Es curioso lo que sentimos cuando se muere una figura célebre. Nos sorprendemos experimentando pena por alguien a quien nunca hemos conocido en persona. La sensación se multiplica cuando se muere un cómico, porque su conexión con nosotros ha sido todavía más especial e intensa que la de un ídolo de cualquier otro ámbito.
La muerte de un cómico también nos sorprende intentando encajar un episodio negro en un lugar donde solo existía la luz.
¡Reírse con la noticia de un fallecimiento! Probablemente es un honor, y a todas luces debería ser el propósito de cualquier cómico: que todos los artículos que cubran su muerte hagan reír.
Es difícil elegir entre tantas viñetas ocurrentes.