En varias entradas he dejado constancia de la importancia que tiene el hecho de seguir estando activo o sintiéndose útil tras la lesión, algo que incrementa la autoestima del lesionado.
Cuando hablamos de estar activo no necesariamente me refiero a tener un trabajo remunerado sino a implicarse o involucrarse en una misión o tarea que a uno le ilusione o "dote de sentido su vida". Es un aspecto que en nada difiere de lo que el resto de los humanos necesitamos.
La semana pasada me comentaba un l.m., ya veterano, que este último año lo había empleado en trabajar por hacer de su casa un lugar accesible y confortable y "crear un hogar". Esta idea del hogar la tienen pocas personas de los que dicen considerarse "válidos".
Comentaba también otro l.m (ver entrada "Partir de cero") que muchas personas dejan escapar el tren haciendo alusión a pasar por la vida "sin pena ni gloria", sin aprovechar todo lo que aquélla le reporta.
La persona que me daba pie a esta entrada se podría decir que es más feliz que antes de haber contraído su lesión. Le ha costado conseguirlo al haber tenido que asumir no sólo las pérdidas derivadas de la lesión sino otras pérdidas relevantes. Inicialmente, comentaba, uno se aferra a lo que tenía pues ¿quién puede creer que después de sufrir una l.m. se puede llegar a ser más feliz que antes?. Hay que reconstruir todo de nuevo, vencer los miedos y recuperar la autoestima y confianza en uno mismo y eso lleva un tiempo.
Coincidíamos en afirmar que el "truco" es volver a ser quien se es, esto es, partir de la personalidad previa que es uno de los factores que más influyen en el afrontamiento. En su caso, en particular, siempre fue una persona que supo buscarse la vida, salir de las situaciones adversas o comprometidas y resolver los problemas que la vida le deparó.
Encontrar el camino es cuestión de disposición, actitud y tiempo.
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