jueves, 8 de noviembre de 2012

Todos los sentidos y todas las inteligencias

"De pronto, en la cocina
preparando el café del desayuno
qué lanzada de sol me cauteriza
¡Absolución!
Herido, traspasado de alegría
por el filo inocente
de un resplandor"

                                                         "Rayo de sol en la cocina" de José Luis Parra

Ya hice alusión a la Teoría de las Inteligencias Múltiples de Gadner (ver entrada : "Los otros sentidos"). Si a las inteligencias de las que habla Gadner, le sumamos los sentidos, cinco o más, descubriremos que tenemos un potencial ilimitado al que sacar partido. Solo hace falta ponerlo en marcha.

Los sentidos los utilizamos sin apenas ser conscientes de ellos. Nos pasan desapercibidas muchas de las cosas cotidianas que nos llegan a través de ellos porque quedan devaluadas cuando se hacen rutinarias. La rutina es el orden que necesitamos en nuestras vidas y no debemos atribuirle una connotación negativa. Rutina no equivale a aburrimiento. En la vejez, la rutina es aún más necesaria. Las personas mayores, cuando se les saca de su rutina o entorno, tienden a acelerar el deterioro cognitivo asociado a la edad. Sentirse útil y estar activo son requisitos necesarios para envejecer bien.

Volviendo a los sentidos, se me ocurre aquí enumerar una serie de sensaciones que experimentamos cada día como son : Ver amanecer, con sol o sin sol, el sonido de la lluvia cuando acontece, la caricia del aire, la brisa del mar (para quien viva en la costa), el aroma del café de nuestro desayuno o de el del vecino, el agua de la ducha cayendo sobre nuestra piel, una buena compañía, una caricia, un beso, un orgasmo, el aroma de un buen pan recién hecho, una buena comida, mejor si es en compañía, un buen libro y tantas y tantas otras cosas más.

Propongo a los seguidores de este blog un ejerciccio de prestar atención a todo aquello que le devuelven los sentidos cada día y compartirlo con nosotros volcándolo en el blog.

9 comentarios:

  1. Correponderé con otro poemita de Parra:

    "Sutil alquimia,
    el aire amor orea
    por las ranuras
    de la persiana, y es oro
    esta hora de la siesta".

    Tanka (5,7,5,7,7 sílabas libres) como el de Borges del otro día. Con el amor también por medio dorando hora y siesta valencianas en vez de luna y jardín argentinos. Difícil amar, difícil vivir. Más que la de Borges con su ceguera, de tales dificultades da testimonio la vida de Parra. Ya en la otra orilla los dos bien tranquilos. Humanos, siempre esperando otra cosa. O más, o más... "Más" que parece oírse en otro poemita de Parra:

    "Cesó de pronto
    el zumbido de la nevera,
    y oí el silencio,
    la lluvia en el tejado

    y algo, algo más".

    Ráfagas de lluvia en la persiana es lo que oigo yo en Málaga. Ahora mismo, casualmente. Ánimo y salud a todos.

    ResponderEliminar
  2. José Luis Parra,
    ¿inclinado del todo?
    En absoluto:

    "ABSOLUCIÓN

    Salí del cuarto cerrado.

    del sopor
    y la vergüenza

    y la brisa
    que atravesaba el pasillo
    de levante a poniente

    y hacía de la casa una invitación al vuelo
    una playa estimulante

    me traspasó como una gracia indecible

    como el aire de la almena

    Podía vivir de nuevo".

    ResponderEliminar
  3. Pues aunque tardío el poeta y más tardío aún mi descubrimiento, ha sido un gusto conocerlo pues me identifico con muchas de sus descripciones.

    Muy bien ese : "Podía vivir de nuevo" (no nos olvidemos de vivir, lesionados y no lesionados)

    Le viene bien al blog esta brisa y aire renovado. Gracias, una vez más, a José Luis Parra y a tí, Manuel.

    ResponderEliminar
  4. Despertarse con lluvia en techo de chapa.
    El olor de la torta frita.
    Ver los verdes después de esa lluvia.
    Saborear el vino tinto. Jugar con las burbujas del Torrontés.
    El olorcito de Morango sobre mi pecho.
    La grabación "perfecta y afinada"
    Una lectura en el Kindle.
    La mano en la espalda.
    La creatividad efectiva en el trabajo.
    Una naranja jugosa.

    uys... después sigo.

    ResponderEliminar
  5. Veo que estoy descubriendo otro poeta tardío. ¡Qué belleza hay en tus descripciones!.

    Gracias por acercarnos algo tan personal.

    ResponderEliminar
  6. Sentir los pies calientitos antes de dormir.
    El olor al café que me encanta.
    La sonrisa de mis sobrinos.
    Su mirada dulce e inocente.
    Disfrutar del aroma de un guisado que hace mi mamá llamado mole de olla.
    Observar las uñas de mis pies.
    Una gran charla con mis amigos.
    Sentir las letras escritas en mi diario.
    La sensación de sentirme acompañada a pesar de estar sola en casa.
    Despertar y sentir que dormí mucho aunque hayan pasado solo unos minutos.
    La sensación de fatiga después de hacer ejercicio.
    Uy son muchas cosas.

    ResponderEliminar
  7. Había copiado otros tres poemas de José Luis Parra. Los aprovecho para que algo más de lo sentido por él en sus días se enderece un poco.

    La llamada del verano, mejor que el sombrío tic-tac del reloj por la noche, quién lo aguanta.

    Y dos recuerdos de su madre. Atizando el brasero, con niños pieles rojas alrededor, antes de las otras cenizas.

    Y lejos de la “medrosa edad”, bien joven “en nuestra guerra”, ¡rechazando el refugio y apuntándose al bombardeo!


    “CARPE DIEM

    No te quedes en casa.
    Acoge agradecido la radiante
    llamada del verano.
    Cada vez quedan menos.

    Toda la noche
    el tic-tac del reloj
    ha repetido sombra, sombra,
    sombra...


    RECUERDO Y ELEGÍA

    Junto al quiosco,
    un brasero encendido
    sobre la acera.

    Mi madre, en el terrado,
    con un cartón lo atiza.

    Mientras saltan las chispas,
    nosotros,
    felices pieles rojas,
    alrededor bailamos.

    Cielo nublado,
    cenizas de cisco arden
    en tu vientre húmedo.


    “MEDROSA EDAD

    A Mª Ángeles Parra

    Cuando cesaron de bramar los truenos
    y la lluvia empezó a caer con mansedumbre,
    ya más tranquila me contó que entonces,
    en nuestra guerra, durante los intensos
    bombardeos nocturnos, su imprudencia
    rayaba en la temeridad.
    No bajaba jamás a los refugios.
    Prefería subir a la azotea.
    Allí, en medio de aquel impresionante teatro
    de llamas, reflectores y estallidos,
    se sentía segura,
    su juventud triunfaba de la muerte.
    No sé por qué recuerdo ahora sus palabras
    y su tardío pánico a las tormentas.
    O tal vez lo sospecho, mientras miro
    el titilar helado de los astros
    en esta noche mansa de diciembre”.


    [El juego de los sentidos, el juego de los recuerdos. Je me souviens… I remember… Me acuerdo… Para Horacios y Adrianas un “meacuerdo” de Joe Brainard: “Me acuerdo de mi abuelo, que no creía en los médicos. No trabajaba porque tenía un tumor. Se pasaba el día jugando a las cartas. También escribía poemas. Tenía las uñas de los pies largas y feas. Hacía todo lo posible por no mirarle los pies”].

    ResponderEliminar
  8. Gracias, Adry, por acercarnos algunas de las cosas que despiertan tus sentidos. De todas, me quedo con eso de "sentirme acompañada aunque esté sola en casa". Se ve que tienes una rica vida interior.

    ResponderEliminar
  9. De nuevo José Luis Parra me acerca a una infancia de azoteas y de braseros, braseros andaluces bajo una entrañable mesa de camilla. Braseros de cobre reluciente que se perdieron en una de tantas mudanzas, braseros, lebrillos, butacas, banquetas, en fín, muebles y demás enseres que ya no están pero que forman parte de nuestro pasado.

    ResponderEliminar