Mariposa
Hay mucha gente que piensa que todo en esta vida está sujeto al azar.
Por otra parte otros piensan que todo depende del destino; que todo sigue un guión, ya escrito, de una manera inexorable.
Lo que sin duda está claro, es que todas las cosas de este mundo están unidas entre sí de una manera u otra, ya que en definitiva todos estamos compuestos de la misma materia, de los mismos átomos, en continuo movimiento. En eso se basa la teoría del ”Efecto Mariposa”, la cual dice que el aleteo de una mariposa en cierto lugar, puede provocar un tsunami en el extremo contrario del mundo.
No se cuál sería la opinión del hombre que soñaba con barcos. El caso es que el azar o el destino, habían hecho que una extraña enfermedad hubieran dado al traste con su prometedora carrera de marino. El hombre que soñaba con barcos, desde aquel día que tuvo que dejar el mar, no pudo pegar ojo sin soñar con la que sería su obsesión. El hombre que soñaba con barcos, se imaginaba asimismo realizando todas aquellas travesías, que no pudo realizar. Los mares del sur, el Caribe, el Cinturón de Fuego del Pacífico, el Sudeste asiático.
Por el contrario, la mujer que pintaba icebergs, había recorrido los siete mares, descubriendo y disfrutando los más diferentes y salvajes paisajes, las más antiguas y exóticas culturas. Pero aunque ella era un alma libre, la obsesión también la dominaba, y en sus lienzos era perpetua la presencia de aquellos inmensos y majestuosos icebergs, que le habían fascinado en su primer viaje hacia el Polo Norte. Desde aquel viaje habían sido cientos y cientos, los cuadros que con maniática dedicación realizaba la mujer que pintaba icebergs.
Tampoco se sabe si fue el azar o fue el destino, el que llevó al hombre que soñaba con barcos a visitar aquella exposición sobre una expedición al Polo. Y tampoco sabemos si fue el destino o el azar, quien hizo que el hombre que soñaba con barcos centrara su mirada en aquella mujer, la que pintaba icebergs. Tampoco sabemos qué poderosa fuerza hizo que aquella noche los dos se fueran juntos.
De aquella manera, esa misma noche, la mujer que pintaba icebergs y el hombre que soñaba con barcos se fusionaron en uno sólo.
En aquel instante, aquel preciso instante, en un punto remoto del Atlántico Norte, el vigía del Titánic hacía sonar la campana de alarma.
Ángel Lozano
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