Cuento nº 2
"Pompas de jabón"
Estoy sentado en un banco del parque del Retiro tomando el sol de otoño, que calienta mis viejos huesos.
Veo acercarse a un grupo de niños con sus madres y precedidos por un vendedor de un artilugio para hacer pompas de jabón que se para delante del grupo para hacer una demostración de su habilidad para generar enormes pompas iridiscentes, transparentes y frágiles que vuelan, arrastradas por la brisa, perseguidas con gran jolgorio por los niños que tratan de alcanzarlas antes de que exploten.
Cuando el vendedor cesa en su exhibición la atención de los niños se vuelve hacia sus madres para pedirles, suplicarles o exigirles que les compren inmediatamente uno de los artilugios; un pequeño tarro de plástico, lleno de un producto jabonoso, y un palito con un aro.
Los niños intentan emular al vendedor y unos consiguen las maravillosas pompas, soplando suavemente a través del aro, sumergido previamente en la solución jabonosa, y otros
no consiguen formar la pompa y se sienten defraudados por el juguete. En cualquier caso, tras un cuarto de hora de actividad frenética, se acaba el líquido jabonoso y la mayor parte de los juguetes acaban en las papeleras el parque.
Cuando se aleja la patulea no he podido dejar de pensar que es maravilloso hacer pompas de ilusión, que hay que hacerlo con delicadeza y que hay que tener suficiente acopio del líquido jabonoso para que nos dure la posibilidad de seguir haciendo pompas cuando estas vayan estallando.
Por lo menos mientras sigamos teniendo aliento.
Veo acercarse a un grupo de niños con sus madres y precedidos por un vendedor de un artilugio para hacer pompas de jabón que se para delante del grupo para hacer una demostración de su habilidad para generar enormes pompas iridiscentes, transparentes y frágiles que vuelan, arrastradas por la brisa, perseguidas con gran jolgorio por los niños que tratan de alcanzarlas antes de que exploten.
Cuando el vendedor cesa en su exhibición la atención de los niños se vuelve hacia sus madres para pedirles, suplicarles o exigirles que les compren inmediatamente uno de los artilugios; un pequeño tarro de plástico, lleno de un producto jabonoso, y un palito con un aro.
Los niños intentan emular al vendedor y unos consiguen las maravillosas pompas, soplando suavemente a través del aro, sumergido previamente en la solución jabonosa, y otros
no consiguen formar la pompa y se sienten defraudados por el juguete. En cualquier caso, tras un cuarto de hora de actividad frenética, se acaba el líquido jabonoso y la mayor parte de los juguetes acaban en las papeleras el parque.
Cuando se aleja la patulea no he podido dejar de pensar que es maravilloso hacer pompas de ilusión, que hay que hacerlo con delicadeza y que hay que tener suficiente acopio del líquido jabonoso para que nos dure la posibilidad de seguir haciendo pompas cuando estas vayan estallando.
Por lo menos mientras sigamos teniendo aliento.
Felipe Vila González 11 de Octubre 2017
que bello
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