jueves, 10 de diciembre de 2020

Vivencias del Covid-19 en primera persona (II)


Pasando el Covid

Al final va uno y lo pilla. Del trabajo a casa, de casa al trabajo y así, y en una de estas, te empieza la tosecilla, un compañero ha dado positivo, consigues que te hagan el test rápido y ¡puntúas!

Confinadito en casa, vas tosiendo, teniendo fiebre y sintiéndote mal ¿Me va a tocar premio especial, esto no es como una gripecilla? Pues no, a la semana y tras vicisitudes varias acabas en el hospital.

Todo tipo de temores se te juntan, las imágenes supuestamente informativas, pero demasiado manidas y casi obscenas con que nos inundan los medios te pasan por la cabeza, mientras a la par tu cuerpo está hecho un guiñapo.

Mi experiencia hospitalaria, felizmente solo en planta, fue inmejorable, el alivio de los síntomas que tuve, la magnífica atención de unos profesionales comprometidos, no como héroes sino como personas de buen saber y hacer ha sido reveladora, de lo que tenemos como Sanidad Pública, un bien que no sabemos apreciar y que no debemos descuidar.

Mentalmente mientras estás en esa fase de reposo, los culos inquietos que somos los parapléjicos por un lado hemos aprendido a tener cierta paciencia, pero por otra te enfrentas a dudas y miedos. Supongo que dependerá también de nuestras creencias o descreencias, en mi caso, más que a la sedación/ventilación o incluso a la muerte, mis inquietudes se referían a quién podías dejar atrás, la familia, en el fondo una sensación muy similar a la que tuve hace ya tantos años cuando adquirí en otra tómbola la lesión medular.

Al final vuelves a casa, un poco más tullidito que antes, más mayor que antes, te cuesta levantarte, con una convalecencia programada larga, con oxígeno y medicaciones variadas de dudosa efectividad. Estás bien, pero sigues con ciertas inquietudes ¿Volveré a mi actividad normal? ¿Puedo recaer? ¿Me salvaré de ponerme la vacuna del ARNm que tan apresuradamente nos venden? Ves la tele y te espantas de las reuniones y compras masivas, pero asumes que la vida tiene que continuar.

No sé, trataré de seguir el plan de estos últimos años, no vivir el día a día como si fuera el último día, sino como si fuera el primer día, tratando de descubrir y disfrutar de lo que se tiene, que no es poco. Otras sociedades no tienen la gran suerte de vivir en un entorno como el nuestro, donde pese a nuestros grandes defectos, la vida tiene una cierto respaldo. Los pueblos con epidemias de hambre, diarreas y extrema injusticia social, deben mirarnos con una cierta cara de escepticismo, esperando únicamente que les mandemos los restos de nuestros sobrantes plásticos para hundirles aún un poquito más en la miseria.

Hay un filósofo, respetado pero poco conocido, fue humilde y no tuvo una vida fácil, Spinoza, comentaba este buen hombre que “lo bueno” es todo aquello que nos ayuda en nuestra esfuerzo, empeño,  impulso, inclinación y que eso nos da alegría, “lo malo” es todo lo que nos restringe y trata de apartar de ese afán, y eso nos entristece, vencer la tristeza ese es el objetivo.

Supongo que suena un poco a “Coach trainer”, pero lo veo muy aplicable a esta situación y a tantas otras de nuestra existencia. ¡Siempre para adelante y mucho ánimo!

 

Juan Mª Josa Mutuberria      Madrid, 10 de Diciembre de 2020

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