Hace unos días compartí el testimonio que Sergio Maldonado Vega, Médico Anestesista, Responsable de la Unidad del Dolor del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla del Servicio Cántabro de Salud, nos dejó para el Canal Interno de TV del Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo.
https://afrontandolesionmedular.blogspot.com/2022/06/testimonios-del-canal-ii-sergio.html
Hoy es noticia porque es el merecido protagonista de la primera página del Diario Montañés del pasado domingo 26 de junio.
El
19 de mayo de 2020 el mundo estaba paralizado y sobrecogido por la
pandemia. Ese día, el del Sergio Maldonado, con 44 años y en el
momento más dulce de su carrera médica, se hizo pedazos en cuestión
de segundos en una cuneta de la carretera N-623, a la salida de
Parbayón. La fatalidad se cruzó en su camino aquella mañana cuando
se dirigía en moto hacia su casa, en Soto Iruz, después de salir de
guardia de Valdecilla. «El vehículo al que estaba adelantando no me
vio, se puso a adelantar cuando yo iba en paralelo a él y me sacó
de la carretera», relata. El impacto fue brutal.
«Me
rompí casi todo. Aplastamiento de siete vértebras, diez costillas,
los dos tobillos –uno totalmente destrozado, con pérdida de
tendones, ligamento e incluso hueso–, la muñeca fracturada por
tres sitios, el pulmón perforado...». Después de dos años
complicados de baja, una docena de intervenciones quirúrgicas y una
larga estancia en el Hospital de Parapléjicos de Toledo para
recuperarse de las graves secuelas del accidente, ha conseguido lo
que parecía una quimera: volver a trabajar. Se acaba de incorporar a
su puesto de coordinador de la Unidad del Dolor de Valdecilla. Gran
experto en la teoría –es un referente nacional en técnicas
intervencionistas de alivio–, aquella caída sobre el asfalto le
metió de lleno en la experiencia práctica.
Durante
los primeros días en la UCI, con un dolor insoportable y el cuerpo
totalmente inerte, confiesa que pidió morir. «Hubo un momento que
me vi completamente parapléjico, y lo último que quería era ser
una carga para mi familia. Médicamente hablando, mis compañeros me
salvaron la vida, tuve varios episodios de paradas cardiacas; todo el
mundo se volcó conmigo, fue increíble». Aún se emociona al
recordarlo. «Pero las ganas de luchar por vivir», que admite que le
faltaron cuando se vio inmóvil e imaginaba su futuro, «me las
devolvieron mi mujer y mi hija (ahora tiene 10 años), mis Natalias,
si no hubiera sido por ellas... Hay días en los que tiras con todo,
y otros en los que te arrugas y solo quieres taparte con la almohada,
llorar y arrojar la toalla. Ellas me salvaron emocionalmente de
aquello».
Tras
el mazazo inicial, siguió un año duro de rehabilitación en Toledo,
donde Maldonado llegó pensando ya en su «vuelta a Valdecilla». «En
la entrevista que tuvo mi mujer con el trabajador social, nada más
llegar, le plantearon que en un par de semanas, cuando ya me hubiera
adaptado al hospital, me harían la valoración para la incapacidad
laboral. ‘No, no... Sergio va a volver a trabajar’, les
respondió». Esa era la meta.
En
silla de ruedas
«Lo
tuve claro desde el momento que vi que mi cabeza estaba bien y mis
manos respondían. No sabía cuánto podría trabajar, pero sí que
tenía que volver. No podía quedarme en casa». Y tener que hacerlo
en una silla de ruedas no ha sido impedimento, aunque haya tenido que
‘pelear’ su regreso a la vida laboral con la Seguridad Social y
conviva con «un dolor crónico. Por desgracia, ahora soy el médico
del dolor con dolor. Ahora vivo la experiencia de mis pacientes, me
aplico lo que les explico a ellos: hay que encontrar el equilibrio
entre la medicación y el dolor. Y en mi caso, prefiero tomar menos
medicación para tener la cabeza fresca, aunque eso implique estar
más dolorido». Al final de cada jornada, su cuerpo le recuerda el
sobreesfuerzo que hace. «Por mi aplastamiento vertebral, tendría
que acostarme cada cuatro horas unos cuarenta minutos, pero no lo
hago. Eso sí, cuando llego a casa necesito tumbarme un rato».
Su
vuelta al trabajo también ha supuesto reducir las horas de
rehabilitación, «porque físicamente no lo soporto. Antes iba tres
horas todos los días, ahora solo voy martes y jueves». Más que por
valentía o coraje, dice que es su «vocación» la que le da la
fuerza. «Sinceramente, he vuelto porque me apasiona lo que hago».
Una pasión que comparte con el resto del personal de la Unidad del
Dolor, su otra ‘familia’, de la que destaca «su cariz humano».
Maldonado se empezó a especializar en el tratamiento del dolor aún
siendo residente, en 2005. Y completó su formación en Estados
Unidos y en Bruselas. Encontrar sustituto para su perfil no es fácil,
como se ha visto durante su baja, lo que ha hecho que la lista de
espera se haya resentido aún más.
«Tras
el accidente, yo quería seguir con mi vida, me resistía a los
cambios. Pero después de una lesión tan importante, la vida te
cambia mucho. Casi que lo que menos ha cambiado es el trabajo, porque
puedo seguir desarrollándolo aunque sea en silla de ruedas». Y para
las técnicas más complejas, como el implante de estimulación
medular, que sólo realizan en Valdecilla él y su compañera Amaya
Muñoz (quien llevó el peso de la Unidad durante su ausencia), puede
llegar a incorporarse y trabajar apoyado en un taburete. «Lo que no
tengo es equilibrio para andar», explica Maldonado, que se describe
como «un peleón, al que no se le pone nada por delante».
Aún
tiene pendiente otra operación del tobillo izquierdo –la pierna en
la que tiene algo de fuerza–, «aunque me quedaría rígido como
una bota de esquí», y otra de la muñeca: «Me duele y se me está
deformando, pero de momento funciono. Mientras aguante, tiraré,
porque la cirugía conlleva riesgo de pérdida de movilidad y eso sí
que supondría no poder hacer las técnicas quirúrgicas que
hago».
Sabe
que tiene por delante la ardua tarea de reducir el atasco de
pacientes generado en estos dos años de pandemia, pero lo afronta
«ilusionado», aupado por la calurosa bienvenida de sus compañeros
del hospital y de sus pacientes. «El primer día entré por
Valdecilla Norte, porque me deja ahí el autobús, y tardé casi 40
minutos en llegar a Valdecilla Sur, entre saludo y saludo. Es aquí
donde quiero estar. Tengo 46 años, aún me quedan 20 para dar
guerra. Y mi trabajo es estimulante. Que una persona a la que no has
curado venga y te dé las gracias, porque le has escuchado, le has
intentado ayudar con su dolor y ha visto esa buena fe en ti, eso te
llena. Esa parte humana es lo que da sentido a mi vuelta».
Sergio Maldonado Vega
Enhorabuena por tu empeño yilusion,,,ojalá mi marido también lo tuviera,,,pero como tú es una persona escelente.
ResponderEliminarCada persona y las circunstancias que la rodean son diferentes. Es loable la postura de Sergio y al tiempo sería una pena privar a los pacientes de su conocimiento y humanidad. En su caso, a pesar de su larga pelea con las Instutuciones de la Seguridad Social, ha logrado su objetivo.
ResponderEliminarAdemás, por suerte, su lesión le está permitiendo desarrollar su trabajo. El trabajo al tiempo le puede ayudar a olvidarse un poco de sus "dolores neuropáticos".
Gracias por comentar. Creo que eres Isa. ¡No me cabe duda de que Andrés es una persona y marido excelente!