Ya comenté, en su día, en el blog este libro que me sirve hoy para dar paso a esta nueva entrada. Sus autores quisieron, con su publicación, hacernos un regalo al dejarnos estas lecciones fruto de la experiencia de su trabajo con pacientes terminales. Lo que les llevó a escribirlo fue el hecho de que todos los pacientes a quiénes acompañaban, profesionalmente, en el último tramo de su vida, se arrepentían de no haber aprovechado la vida. Todos habían trabajado en exceso y habían empleado poco tiempo en disfrutar.
Dichos autores comentan que "la tragedia no es que la vida sea corta, sino que, a menudo, tenemos una tardía percepción de lo que realmente importa".
Esta lección global, me sirve para trasladarla a los seguidores del blog con o sin lesión para que no dejen escapar ocasiones para disfrutar, soñar, reír y, en suma, VIVIR.
Muchas personas que sufren una l.m. creen que la vida ya no tiene sentido o que no merece la pena ser vivida. La misma E. Kübler Ross (una de las autoras del libro) quedó parapléjica en 1995 y expresa, de este modo, como se sintió después de quedar "postrada en una silla de ruedas" : "Si pudiera elegir, viviría, pero eso significaría volver a caminar, volver a trabajar en mi pequeño jardín, ser capaz de hacer las cosas que me encantaba hacer. Si voy a seguir viva, quiero vivir. Ahora, solo existo, no vivo. Pero aún en el simple existir, hay pequeños momentos de felicidad, momentos que hacen que el simple existir, sea soportable".
Por otro lado quería llamar la atención sobre un hecho y es la extrañeza de que, a pesar de que el número de l.m. aumenta cada año, solo un pequeño porcentaje continúa desempeñando una vida activa. Se ven pocos transitando por las ciudades, ya sea de camino al trabajo o implicados en actividades de ocio, voluntariado, etc.
Algunos lesionados pasan el día compadeciéndose de ellos mismos, lo que no pone las cosas fáciles a los familiares que sufren si los ven sufrir. Además, muchas veces no alcanzan metas que podrían ser factibles porque se escudan en la silla.
Dejo que los autores terminen la entrada con este párrafo que lo dice todo : "Cada día que despiertas, te han regalado un día más para experimentar la vida. No tendrás otra vida como esta. Nunca volverás a desempeñar este papel y experimentar esta vida tal como se te ha dado. Nunca volverás a experimentar el mundo como en esta vida, en esta serie de circunstancias concretas, con estos padres, hijos y familiares. Nunca tendrás los mismos amigos otra vez. Nunca experimentarás de nuevo la tierra en este tiempo con todas sus maravillas. No esperes para echar una última mirada al océano, al cielo, las estrellas o a un ser querido. Ve a verlo AHORA".
Poema, creo que reciente, de Andrés Trapiello también sobre la muerte. Más que en lo hecho o no hecho en la vida que hay que dejar, punto de vista de esta entrada, el poema mira a lo que sigue o no sigue. Y al consuelo de tener al lado alguien que si es necesario nos finja calma, tan bien que lo creamos. Por desgracia, la muerte hospitalaria, ya se dijo también por aquí, en general no es muy humana en el buen sentido de la palabra. Poema nacido a partir de una anécdota bien sencilla y cotidiana. Unos niños por una calleja se acercan a la casa de campo extremeña del poeta cuando él y su mujer leen en el jardín. Les da miedo la oscuridad pero el más pequeño de todos ellos le echa valor y, para animar al rebaño, finje que no hay motivo. No pondré barras tras cada verso; a ver si tipográficamente no sale demasiado destrozado:
ResponderEliminar“NIÑOS EN LA CALLEJA
Los oímos llegar por la calleja,
pequeños, tres o cuatro,
igual que los corderos rezagados
cuando entra la noche, entre dos luces.
La charla que traían, las esquilas,
eran del mismo cobre. Simulaban
acaso ser adultos por lo serios
que venían tratando sus ingenuos negocios.
Se creían a salvo estando solos,
se creían mejores caminando,
se creían felices en lo desconocido.
Al llegar al laurel que angosta y ensombrece
con sus verdes más negros los portillos
se percibió su duda. El más audaz,
de no más de diez años, sacó pecho
y fingiendo valor mandó seguir.
Podíamos oír su aliento incluso
desde el viejo jardín, y sin ser vistos
contuvimos nuestra respiración
como hubiéramos hecho ante lo esquivo
de un silvestre animal o tal revelación
oída por azar tras de una puerta.
Reemprendieron la marcha, y el más chico,
el recental, fingiendo indiferencia
como su capitán fingió valor, le dijo:
«¿Verdad que este camino no da miedo?».
Oímos que su charla se alejaba
todavía más íntima. El silencio volvió
a este oscuro rincón de Extremadura
y leyendo seguimos cada cual nuestro libro
o fingiendo nosotros que leíamos,
exhaustas ya las luces del crepúsculo.
A la primera estrella fugaz que vea esta noche
le pediré eso mismo: alguien que al lado,
cuando llegue el momento de partir,
me asegure fingiendo que el camino
no puede darme miedo, y yo lo crea.”
Estoy contigo, Manuel, que la muerte se ha instrumentalizado, medicalizado y deshumanizado.
ResponderEliminarEl final del poema es de gran belleza. ¿Quién no teme algo?. Quizá, la soledad impuesta, no la que buscamos o añoramos , en ocasiones, es la que más miedo nos da.
Ojalá que "cuando llegue el día del último viaje" (como decía Machado y como el enlace que incluí en el blog), tengamos una mano querida y cercana que nos acompañe y nos asegure que ya nada hay que temer.
Adrymex:
ResponderEliminarSabes son muy ciertas las palabras, yo quisiera que mi amigo se activará, creo que podría ser activo, incluso trabajar, pero no tiene algo que lo motive y siga adelante.
Es curioso, pero en cierto sentido a mi me enseño a vivir, yo soy muy temerosa, hay cosas que me dan miedo, y siempre me decía "Eso es vivir"
Pero es cierto, el tiempo, los momentos, los amigos, no vuelven, pasan si tienen que pasar, y a veces desperdiciamos el tiempo en celos y tonterías, en ves de disfrutar cada momento.
Por otro lado, mucho tiempo de nuestra vida, la pasamos estudiando, trabajando sin cesar, pensando que algún día tendremos tiempo para disfrutar lo poco o mucho que logremos, sin darnos cuenta que dejamos pasar los mejores años de nuestras vidas.
Muchas gracias por esta entrada, en verdad, gracias por abrirme los ojos una vez mas y darme cuenta que tengo que vivir plenamente.
Me alegro, Adry, que esta entrada te aporte. Le damos las gracias a los autores que nos supieron transmitir este mensaje pues aún estamos a tiempo de enfocar la vida del modo mas enriquecedor posible, más allá del sufrimiento.
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