El amanecer como todos los días se produjo. El sol fue saliendo por el horizonte y desde la orilla de la playa veía cómo se reflejaba sobre el mar. Un mar que parecía inmenso, por más que lo miraba parecía que no tenía fin.
Mi mirada se adentraba más allá, como la marea en la arena. Fui caminando hasta llegar a la montaña más bonita que había en el lugar. ¡Era preciosa! Desde allí podía contemplar aquel amanecer, aquella agua nítida, aquella playa…Me senté, y sin darme apenas cuenta lo que estaba contemplando era el atardecer,
- ¡Cómo se me había pasado tan rápido el tiempo! - Fue como si aquel paisaje me hipnotizara. En ese momento me prometí vivir, no desperdiciar ni un solo segundo de mi vida, los pequeños detalles, reír más y llorar menos, porque el para siempre no existe y la vida es un “mientras dure”.
C.G. Agüera, 25 de Octubre 2015
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