No es la primera vez que hablo de Mariano Rivera en el blog. En esta ocasión lo traigo a propósito del "Camino de Guadalupe" que acostumbra a hacer cada año.
Lo que me cuenta Mariano
Las fotos son del día que fuimos ya con todos los demás peregrinos. Espero que si alguien se interesa y se anima, por los pueblos de la zona se marcan caminos con la ruta, incluso en Talavera ya se ha creado el primer Albergue de peregrinos,según mis ultimas noticias.
Mariano Rivera con José Antonio Díaz, Alcalde de Navatrasierra y celador de HNP |
UN PUEBLO EN EL
FONDO DEL MAR : Un texto de Mariano Rivera.
Avanzamos por el camino Real
de Guadalupe (patrimonio de la humanidad).Hoy cubrimos una etapa que
usando un término deportivo, seria de "alta montaña", con
11 Km. Nos ha llevado desde Carrascalejo (típico pueblo extremeño,
con sus cercados de piedra ,casas encaladas y cubiertas de teja
árabe)situado a los pies de la sierra de Altamira en la provincia de
Cáceres, hasta Navatrasierra, uno de esos lugares que hacen
especialmente atractivo este camino.
Navatrasierra se asienta en el
lecho de un mar primitivo de la era paleozoica, cuando toda la costra
terrestre estaba cubierta de agua. Y así ,como si de una historia de
la mitología griega se tratara, diríamos que. "Aquellos
animales se convirtieron en piedra para poder perpetuarse en el
tiempo", es decir el proceso de fosilización, formando aquí
uno de los más importantes yacimientos de fósiles marinos. Con las
aportaciones de los habitantes del pueblo y la iniciativa de la
señora Inés, que nos explica amablemente y con gran detalle la
formación de estos, en el centro de interpretación que han creado y
que por sí solo merece una visita al pueblo.
Comenzamos nuestra marcha
desde Carrascalejo, desde aquí, la sierra se alza como una muralla
imponente ante nosotros, los farallones de piedra que coronan la
sierra, se ven tan lejanos, que dudamos poder cumplir nuestro
objetivo, ya que tendremos que hacer una ascensión ininterrumpida de
6Km. de longitud, con fuertes pendientes(para hacerlos con una silla
de ruedas de la que soy usuario).
Son las 8 de una mañana
fresca de abril, vamos bien abrigados y ascendemos lentamente por una
carretera amplia y con buen firme. Disfrutamos de un bonito entorno
natural , encinas ,alcornoques, el verde "permanente" de
las madroñeras, y las plantas de cantueso con sus flores moradas.
Nosotros como si de expertos "soumiliers" se tratase, vamos
adivinando los olores del campo, ahora a romero silvestre, con toques
de flor de jara, en las umbrías el olor a hierba fresca, en los
bordes de los prados, las plantas de tomillo. Las laderas de la
montaña están cubiertas de una espesa y exuberante vegetación,
compuesta por zonas de monte bajo con alcornoque, pino y algún que
otro árbol que aun sin el brote de sus hojas, se nos antoja que deba
ser castaño, algún manzano silvestre al borde de la carretera y una
gran variedad de otros arbustos y árboles que no conocemos, forman
un bonito paisaje con un sin fin de matices del color verde.
Nos acercamos a la mitad
aproximada de la ascensión, y el cansancio se nota en los brazos, el
grupo compuesto por cuatro personas andando y una más en silla, que
es la que marca el ritmo. Reparamos en el hecho de que hace ya más
de una hora que no nos encontramos a ningún vehículo, ni persona,
parece que estamos solos en mitad de la sierra, acompañados
solamente desde hace un buen rato, por el canto agudo de un mirlo, al
que no conseguimos ver. Al girar una curva de herradura se nos
presenta una rampa con mucha pendiente, yo después de avanzar unos
500 metros, cedo ante el agotamiento y el sol, que ya de buena mañana
calienta. Mis acompañantes empujan la silla en este tramo, hasta que
encontramos una sombra para descansar, bajo las enormes ramas
retorcidas de un alcornoque. Estos gigantes, con sus troncos rojos
descorchados, son el contrapunto al verde predomínante. Plantas de
enredadera hacen que la vegetación sea tan espesa y tupida, que
parecemos estar en un bosque húmedo. Numerosos pajarillos revolotean
y cantan sin cesar, ellos también encuentran aquí sombra y cobijo
como nosotros. Se nos quita algo "el resuello" y seguimos
subiendo, la pendiente suaviza algo, asombrados vemos el camino
recorrido ya, desde aquí divisamos el pueblo de Carrascalejo, tan
pequeño que parece se tratase de una maqueta, nos animamos ¡ya nos
queda menos!. Las grandes formaciones rocosas, antes tan alejadas,
parecen ahora poderse alcanzar a tiro de piedra, sobre ellas vuelan
dos águilas de gran tamaño. Nuestro ritmo lento nos permite
disfrutar y recrearnos en las vistas del paisaje y sentirnos
envueltos por un entorno natural muy bien conservado.
Apreciamos como empieza a
notarse el viento del norte, húmedo y frío, aquí llamamos "el
gallego", que nos hace volver a ponernos el chubasquero, que ya
teníamos atado a la cintura, y a pensar que el final del puerto
debe estar cerca. Efectivamente, así es, por fin, algo alejada
vemos una gran cruz cristiana que indica el punto más alto. Aun nos
quedan unos interminables 500 metros, pero ya la emoción de haber
llegado hasta arriba, nos anima y fortalece, nos sentimos como
escaladores coronando una montaña."Ha merecido la pena".
Las vistas de la llanura que
se extiende a lo lejos(quizás más de 100 km.)sobre el valle del
tajo, es una imagen que impresiona, por la cantidad de tierra que se
alcanza a divisar desde aquí. El alto de arrebatacapas esta coronado
por la cruz y una imagen de la virgen de Guadalupe, que señaliza la
ruta por la que han transitado durante siglos los peregrinos.
Al otro lado del puerto, se
nos presenta el valle del Hospital, llamado así por encontrarse
entre las dos sierras de Altamira y la del Hospital del Obispo. En
sus laderas tenemos el robledal más al sur de Europa, un rincón
del norte húmedo en el centro de la península. Salvo el pueblo que
desde aquí no puede verse, no apreciamos ni una sola señal de
presencia del hombre, estamos en una de las zonas más despobladas de
España y esto en según que casos puede ser incluso un atractivo mas
de este precioso valle.
Comenzamos el descenso de 5
km. para mí en la silla, solo dejarme llevar por la pendiente,"
el sueño de un niño con un patinete", una cuesta interminable.
Durante la rápida bajada, nos llama la atención los montones de
piedra a modo de asiento que utilizan los paisanos para descansar en
sus paseos. Y los grandes canchales, verdaderos "ríos de
piedras sueltas". Nos cunde el camino, compensamos la lenta
subida, y vemos ya el perfil sinuoso, adaptándose al terreno y las
paredes encaladas, como los pueblos del sur de Navatrasierra.
Sus primeros pobladores fueron
colmeneros, actividad que sigue conservándose hoy, produciéndose
una miel exquisita. Damos fe de ello, cuando se nos ofrece en uno de
sus bares, una "delicatessen", hecha junto a otro de los
productos típicos de la zona "Queso fresco de cabra con miel".
A la entrada del pueblo nos encontramos con uno de los numerosos
manantiales de agua formando una fuente. Y el museo de fósiles, con
una gran cantidad y variedad de estos, los más antiguos de la
península. La calle principal, (a la que llegamos desde un paseo
recién construido, con la típica barandilla de rollizos de madera,
que hace las veces de mirador de valle), es ancha y con un solado de
piedra natural típico, pero incomodo para la silla. Las casas bajas
con balcones y ventanas llenos de flores muy cuidados. Sus calles
limpias y empinadas como corresponde a un pueblo de montaña .Uno de
esos lugares que aún permanecen inalterados, que conservan el
encanto de lo original. Sus gentes acogedoras y amables nos hacen
sentir en familia, ha sido un recorrido muy ameno, un destino
especialmente bonito.
¡Navatrasierra una visita muy
acertada y agradable, sin duda un lugar al que volver.!
Mariano en el Centro de Interpretación del Fósil de Navatrasierra
https://www.youtube.com/watch?v=Kj3MWEKIZDQ
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