miércoles, 24 de julio de 2013

Romper el cascarón

Hace dos días me llevé una gran alegría cuando vino a verme la madre de un paciente para decirme que al fín había salido del Hospital y había sido capaz de disfrutar con los amigos, sonreir y ver una luz en ese túnel en el que se había metido.

La primera imagen que me vino a la cabeza fue la del pollito cuando rompe el cascarón y asoma a la vida. Pensé que el había logrado ya romper el cascarón y permitirse asomar a esa vida que le espera, que sigue a pesar de su lesión. Si uno opta por continuar ¿no será mejor enfrentarse cuanto antes y disfrutar de lo que la segunda oportunidad que la vida te brinda y te permite?.

"Frente al abismo, lo único que queda es aprender a volar"

Volví a comprobar que cada cual necesita su tiempo, su ritmo y no debemos de desesperar o pensar que han tirado la toalla.

Hay que saber hasta donde podemos "forzar la máquina" y "obligar" al paciente a salir del marasmo en el que se encuentra. Hay que arriesgar para obtener resultados. Al principio la familia respeta los tiempos del paciente y no da acceso a las "visitas" mientras el paciente no quiere recibir o no desea que lo vean en una situación determinada y solo quiere relacionarse con los más allegados. Transcurrido un tiempo, cuando vemos que al paciente le cuesta abrir el círculo, hay que arriesgarse y sorprenderlo. Hay que emocionarlo y darle la oportunidad de descubrir afectos y sensaciones no exploradas-vivenciadas. Sentirse querido, estimado y necesario es fundamental para seguir viviendo con o sin lesión. Como decía hace dos días, se trata de colocar poco a poco cada pieza del "puzzle" en su sitio incluso esas de las que hablaba Adry que a uno le han adjudicado sin permiso y sin opción a rechazarlas.

Soy consciente de que la salida no es igual para todos y que hay pacientes que tienen un destino incierto por lo que aún no pueden "sacar billete". Aunque sea de forma provisional. uno necesita un HOGAR accesible, confortable, cálido que facilite la contención, que le devuelva a uno la calma tras la tormenta que es el alta.

No es poco tener gente que quiera al l.m mientras el no se quiere y gente que de sentido a su existencia hasta que el mismo se la encuentre y planifique su futuro. Es más difícil para la familia asumir la lesión cuando el paciente no quiere pero nadie dijo que esta fuese una empresa fácil.

Hay que seguir poniendo en práctica lo aprendido : "poco a poco".

5 comentarios:

Felipe dijo...

¡La libertad que palabra la bonita!
Carcelero, tu nunca podrás gozarla.

Así decía la canción de Jarcha.

Romper el cascarón o la reja es lo mismo. No seamos nuestros propios carceleros.

Abrazos liberadores y energéticos,

Afrontando la lesión medular dijo...

Ni la familia, ni los amigos, ni los profesionales debemos de decaer en nustro afán de apoyar y contribuir a la aceptación por parte del lesionado de su lesión y secuelas. Cuando no soy bien recibida y puedo resultar en exceso "pesada", me quedo en la reserva pero no me rindo y sigo confiando en el cambio de actitud del lesionado. Unas veces será el lesionado el que no asuma, otras veces será la familia. Mientras podemos hacer un bypass y llegar a través del miembro más receptivo.

Me sería muy difícil trabajr en este Hospital si no creyera en las posibilidades rehabilitadoras tras la lesión.

Anónimo dijo...

No conozco casi nada de las labores de consejo que llevan a cabo en el hospital. Si soy sincero, toda la valentía que me provoca la persona afrontando su lesión en la vida misma, se me acaba y me convierte en un empedernido timorato cuando de actividad intramuros se trata, en referencia al Hospital de parapléjicos de Toledo. Esas primeras andanzas, los primeros contactos con la realidad, la desesperanza, la decepción me sobrepasan porque me cuesta incluso escucharlas. No sólo estimo la labor que llevan a cabo: enfermeros, rehabilitadores, psicólogos, auxiliares...; la supravaloro porque entiendo que es la diferencia entre estar sólo y sentirse en soledad. Puedes elegir refugiarte en ti mismo, en tu infortunio pero ayuda que cuando abras los ojos al mundo, de vez en cuando, haya personas que intenten despertarte a la vida. Sé de ganas de parar de vivir, sé de ganas de esconderte pero lo sé de oídas y tiene que ser muy distinto al primer plano en el que las lágrimas te ahoguen incluso las palabras de aliento. No me veo, ni siquiera me imagino; tal vez me iluminaría alguna pesadilla.
Desplegar las alas es la único posible ante el abismo; puede ser pero yo lo pude gozar. Sí hablo de gozar porque vi como ya no se reclamaba a la madre el no encontrar la coca-cola con la anilla abierta sino que se improvisaba con un tenedor; vi como se convencían a las muchas dudas de que conducir el coche propio era posible, alcanzable y sobre todo liberador; vi como las noches podían ser de cada cual, sin interrumpir el sueño merecido y ajeno aunque éste fuera del ser querido. Lo vi y me pude sentir aleccionador porque instigué con la insistencia, insistí con la tenacidad del que busca y rebusca para saber más y poder comunicar una gran verdad: la diferencia está en ser otro parecido dentro de muchos distintos. No hay más. Y pudo y yo también; aunque me equivocara al creer que por tener que inflar los zapatos rodantes ya el alma era cándida y pura.
Escuchadme u oidme: un golpe puede herir, puede destrozar, puede cambiar muchas cosas pero otras, que a lo peor son las más esenciales, son susceptibles de quedar iguales o incluso, de empeorar. El alma, del que ya hemos hablado, puede permanecer inalterable en su bondad a pesar del golpe o puede intensificar la medida de esta bonhomía como mecanismo de adaptación. Un percance de importancia provoca la aparición de esos mecanismos que posibilitan perpetuar la especie mediante la intensificación de aptitudes. Es lo típico, el ciego potencia los demás sentidos para poder remediar la falta de un sentido. La buena persona saca a relucir sus mejores argumentos desde el corazón para conseguir embaucarse a sí mismo en la nueva aparentemente trágica travesía que le espera. Aquí ocurre como en casi todo lo referente a la especie humana; la adaptación puede ser en positivo a partir de lo positivo o cruel en un punto de partida ya muy malo de por sí. Quiero decir que la mala persona puede convertirse en un perverso, un ególatra, un déspota para con los suyos y en contra del mundo que provocó su desdicha. Hay de todo en la viña del Señor. Pobre del que tenga conciencia de mártir y piense que una silla, una lesión y su matrimonio indisolube convierte a las buenas, o menos buenas, personas en mejores. Es un error que hay que vivirlo para saber apreciar cuan grande es la magnitud de esa leyenda urbana.

Un saludo.

Anónimo dijo...

Sin duda para mí esta entrada es particularmente importante, porque sin duda, me da una gran esperanza de que mi amigo pueda salir algún día.

Cada uno es especial y supongo que debido a las circunstancias acepta mas rápido que otros, sin duda eso es así, lleva un par de años esperando que ese día llegue y creo que seguire esperando algunos más, pero como dicen, poco a poco.

Trataré de hacer lo mejor posible el trabajo que me toca, no será fácil, pero tampoco imposible.

Saludos

Adry

Afrontando la lesión medular dijo...

Yo también pensé en tu amigo porque este paciente se parece mucho a él en su modo de afrontar o, mejor dicho, de no afrontar.

Ya te digo siempre, Adry, que no hay que perder la esperanza.