lunes, 31 de julio de 2017

Ser y estar


La silla de ruedas como extensión del cuerpo modificado por la 
lesión medular, al devolverle el derecho de locomoción, le ofrece autonomía para varios 
actos de la vida y le devuelve la dignidad, tan esencial a la vida humana.


Es habitual que los l.m. y sus familiares hagan un mal uso de los verbos "ser" y "estar". Es frecuente oír la expresión "Yo era...." o "El/Ella era....". Parce que uno pierde la capacidad de ser cuando queda lesionado.

A mí me gusta explicar que debemos de aprovechar la riqueza que tiene nuestro léxico para distinguir el verbo ser del verbo estar. Una cosas es no ESTAR bien debido a las secuelas derivadas de la lesión o situación de dependencia sobrevenida y otra bien distinta es no SENTIRSE bien.

Quizá el problema es el handicap que acompaña a las situación de "discapacidad física visible". Hay quien piensa que llamemos como llamemos a la "discapacidad", la situación no cambia. Sigo insistiendo que el lenguaje nos juega malas pasadas y que no es lo mismo decir que todos somos diversos y funcionamos de maneras diferentes que decir que una parte de la población es incapaz, inútil, discapaz, menos válida, etc.

Aquí nos viene bien leer este artículo"Representaciones sociales de la silla de ruedas"

Experimentar y alcanzar este proceso de elaboración 
sobre al equipamiento indispensable para obtener 
la autonomía, posibilita al individuo dar un nuevo 
significado a su existencia y hacen que perciba nuevas 
posibilidades, nuevas elecciones, puede determinar 
metas y crear su propio futuro. La evolución para la 
condición de adaptación de la persona con LME puede 
generar ganancias inestimables, una vez que le posibilita 
reconocer sus potenciales para, posteriormente, 
participar de forma activa y determinada en la sociedad. 
Además de esto, propicia la transformación de la propia 
sociedad, en la medida en que ofrece la oportunidad de 
mirar realmente a la persona con LME de acuerdo con 
sus limitaciones, sus valores y potenciales funcionales. 
Entonces, se abre un espacio importante en nuestra 
sociedad: el espacio de la diversidad humana, como 
seres independientes y autónomos. Estas condiciones le 
rescatan la autoestima, el gusto por la vida, tornándose 
elementos desencadenadores de la búsqueda constante 
por la superación de las dificultades, teniendo por 
consecuencia, la mejoría de la calidad de vida.


http://www.scielo.br/pdf/rlae/v18n4/es_14.pdf

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues yo estoy firmemente convencida de que las palabras no cambian la realidad y que da igual que cada dos por tres busquen una forma nueva de decirlo, siempre acabará sonando mal porque en realidad lo que no nos gusta es el significado, no la palabra.

Aún así tengo que admitir que algunas palabras no me suenan bien, puede que sea por haberlas oído muchas veces con sentido peyorativo. No me gusta decir inválido, me remueve mucho, aunque algunas personas mayores de nuestra familia la utilizan, pero él siempre me dice que no le importa porque la forma en que lo llamen no lo va a hacer levantarse de la silla.

Afrontando la lesión medular dijo...

Muchos comparten tu opinión.

¿Os habéis parado a pensar cuantas personas de vuestro entorno están sentadas/paradas sin estar en una silla de ruedas?. Esos si que son "minusválidos" pero no se detectan.

Las personas mayores "válidas" son las que más generan comentarios lastimeros para las personas con diversidad funcional. Y no solo para las personas sino para los que les acompañan.

Recomiendo leer un artículo de Marta Allué del que ya hablar en su día "Inválidos, feos y freaks"

Anónimo dijo...

Pero yo creo que no se trata de lo paradas o activas que estén esas personas, no es una cuestión de "y tú más". Mi marido no puede caminar y eso es un hecho objetivo e independiente de las circunstancias de otros y no poder caminar conlleva unas situaciones de dificultad o desventaja porque vivimos en un mundo donde la gente camina y que está creado pensando en ello. Pero llamar a este problema de una forma u otra no va a cambiar para nada su situación, si los términos se usan de forma despectiva pues sí, herirá sus sentimientos supongo, pero llamarlo inválido, minusválido, discapacitado o diverso no va a cambiar el hecho de que no puede andar.

Y yo tengo que reconocer que nunca me refiero a su situación en términos de capacidad, sino de forma literal, desde el accidente, desde que vas en silla, no sé por qué pero me sale así.

Sobre la pena que eso genera y que se extiende a las parejas, supongo que eso daría para un artículo monográfico, a mí es lo que más me ha costado aceptar.

Afrontando la lesión medular dijo...

Gracias por completar la entrada con tu visión y experiencia. Siempre hablamos de los problemas del que "está en la silla" pero no es menos difícil para los que están del otro lado de la silla.