jueves, 12 de diciembre de 2019

Flores para la rehabilitación (III)



Este es un tema recurrente que surge cada vez que veo ventanas como la de la imagen.

En su día ya dediqué dos entradas a lo que suponen estos gestos para los pacientes ingresados.

https://afrontandolesionmedular.blogspot.com/2015/09/flores-para-la-rehabilitacion-ii.html

https://afrontandolesionmedular.blogspot.com/2015/11/flores-para-la-rehabilitacion-ii-elia-y.html

Cualquier cosa es bienvenida para mitigar el sufrimiento y el estrés generado por la enfermedad, ya se trate de familia, amigos, flores, entre otros.
Subí a ver una paciente a la habitación y me encontré con este ventanal repleto de orquídeas. Era el cumpleaños de la compañera de mi paciente y la familia parece que se había puesto de acuerdo para felicitarla con orquídeas.


La experiencia hospitalaria representa un desafío importante a la capacidad de adaptación del paciente. Un buen número de personas logran superar la difícil situación que supone encontrarse enfermo y fuera del seguro ambiente cotidiano. En cambio, otros fracasan en su lucha contra las tensiones psíquica y física que deparan la hospitalización. Ambos grupos pasan por una fase de choque emocional, con crisis de la propia autoestima.
 Al ingresar en el hospital el paciente penetra en un ambiente desconocido cuyas normas de funcionamiento debe aprender. Como toda institución, el hospital posee redes y dispositivos para hacerlos cumplir. La complejidad del mundo clínico, el tratamiento simultáneo de un gran número de personas y los criterios de eficacia asistencial e investigadora, hacen necesario el respeto de la reglamentación hospitalaria. Ello supone para el paciente una cierta deshumanización.
Su vida tiene que sujetarse a un horario fijo, comidas, medicación, turnos de baño, horas de sueño, visitas, etc...En ocasiones, el número de la cama sustituye al propio nombre. Todo esto dentro un trato amable pero aséptico e impersonal, con vistas a no establecer diferencias entre los ingresados Pronto conoce el paciente que debe estar siempre a la disposición de médicos y personal sanitario, lo cual limita sus movimientos.
Como si su organismo fuera propiedad privada del hospital, es sometido a análisis, exploraciones y observaciones, muchas veces sin suficiente información y sin contar con la opinión y pudor del paciente. El ingreso supone separación de la familia, del ambiente laboral y comunitario, de los objetos que está acostumbrado a manejar. Supone la suspensión de los roles diarios que conoce y en los que se siente seguro.
La enfermedad supone pérdida de independiencia con sentimientos de impotencia y frustración. En términos psicoanalíticos representa una herida narcisística y afecta a la creencia íntima de que uno puede controlar el propio destino e influir a voluntad en lo que le rodea.
Estar enfermo significa tener que ponerse en manos del experto. El paciente puede entonces otorgar al médico una omnipotencia irreal y culparle, por tanto, del curso no favorable de sus dolencias, de igual modo que los niños pequeños hacen con sus padres. Manifestaciones del tipo:”pensé que la
medicina estaba más avanzada”, o “yo creo que el doctor tal no se tomó todo el interés...”, son expresiones de esta esperanza frustrada de omnipotencia fantástica que se deposita en los médicos. 
Si un paciente es hospitalizado en estado grave, su relación con el personal sanitario es de dependencia total. Necesita ser alimentado, aseado, al modo que las madres hacen con sus hijos. Por su delicada situación, los problemas planteados por el paciente son perfectamente tolerados. Se le pide solo que se deje cuidar. Se produce así una regresión. El paciente vuelve a un tipo de conducta primitivo que reproduce los sentimientos y actitudes de la primera infancia. La regresión tiene lugar, sin carácter patológico, en estados de gravedad y de tensión psicológica insuperable. Es una estrategia psíquica defensiva en situaciones difíciles, por medio de un regreso a formas de conducta anteriores en el desarrollo que en su momento resultaron eficaces.
Cuando la mejoría aparece, el personal sanitario estimula y exige al paciente la independencia progresiva. Así va adquiriendo la confianza suficiente para abandonar la regresión. Esta secuencia de reacciones adaptadas. – regresión primero y actividad después- es la más frecuente y aceptada en el medio hospitalario.
Sin embargo, la regresión no es exclusiva del paciente grave. Se presenta en todos los pacientes, en mayor o menor grado, y es índice de la angustia que despierta en ellos la enfermedad. En ocasiones esta regresión es rechazada por médicos y enfermeros, que juzgan fuera de lugar las demandas afectivas planteadas por el paciente. Se interpretan como caprichos, aprensión... Se les niega la atención psicológica de que gozan los pacientes graves bajo el criterio de que su estado físico no justifica tales demandas. Hay aquí un problema importante: lo que considera el médico que debe ser la atención al paciente, y lo que considera éste al respecto. Cuando la regresión es incomprendida y rechazada aparecen las reacciones de inadaptación.


(Fuente Luis M. Iruela Cuadrado)

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