Como otros años, aparece un número curioso de visitas al blog en estos días. 130313 son las visitas realizadas hasta el momento.
Si alguien quiere jugar a la lotería este número, tal vez quiera decir algo.
Independientemente de toque o no toque la lotería, os deseo a todos los seguidores la mejor lotería que nos pueda tocar que no es ni más ni menos que el estar vivos y disfrutar para algunos esa segunda oportunidad, esa vuelta a nacer que la vida les brindó, ese "tengo dos vidas por el precio de una" que diría Philippe Pozzo, el Intocable.
Y hoy os voy a felicitar con otro cuento. Se trata de una historia a modo de cuento de Navidad con la que me acaba de felicitar Felipe Vila
La pastorá (pequeño cuento de Navidad)
Hace ya tanto tiempo que no sé si se trata de un recuerdo o de un sueño pero lo cierto es que vuelven a mi mente vivencias tan nítidas como si hubiesen ocurrido ayer a pesar de que lo ocurrido sucedió, o tal vez lo soñé, hace cerca de sesenta años en vísperas de unas fiestas navideñas.
Cuando se es un niño, empezando a anhelar convertirse en hombre, el tiempo no se mide en en meses o años se mide en tiempo de colegio y tiempo de vacaciones, en obligaciones o libertad.
En las vacaciones de Navidad no hay muchas cosa que hacer para divertirse, el frío la lluvia no invitan mucho a salir a la calle; incluso en nuestras casas de Andalucía hace frío y, salvo cuando se está sentado en el brasero, no apetece ponerse a leer. Por eso la diversión hay que buscarla en preparar la caja de los Reyes Magos, una caja de cartón forrada de papel plateado y rellena de papelillos de colores, golosinas, mantecados y botellínes de muestra de licor,en inventar inocentadas para el día 28 de diciembre o tratar de meterse en alguna de las llamadas "pastorás".
Aquella noche se había organizado una "pastorá", no recuerdo quién lo hizo ni cómo me vi integrado en aquel grupo de gente mayores que yo y casi todos ellos desconocidos, que, una vez anochecido, subiría por el camino nuevo cantando villancicos y haciendo sonar instrumentos musicales tan rústicos como zambombas, panderetas, flautas, campanillas, tambores, castañuelas o simples botellas de anís de la Asturiana que, aparte de ayudar a combatir el frío, frotadas por su exterior rugoso con el rabo de una cuchara producían un extraño tintineo que iba mejorando su sonoridad conforme , poco a poco, a minúsculos vasitos poco mayores que un dedal, se iban vaciando.
La indumentaria de los pastores era tan variada como la imaginación de quién había tratado de disfrazarse. Algunos, los más potentes económicamente, iban verdaderamente bien caracterizados y parecían los pastores salidos de un nacimiento. Los demás, entre ellos yo, nos habíamos puesto lo que buenamente habíamos encontrado por casa y más bien íbamos de mamarrachos. Yo llevaba los bajos de los pantalones metidos en el interior de unos calcetines de lana con unas botas, jersey debajo de la camisa, una zamarra de piel vuelta sacada de una pelliza de mi hermano mayor, un zurrón lleno de mantecados, polvorones, alfajores y peladillas, una pandereta y un sombrero viejo. Total un grupo de gente guapa y una pandilla de zarrapastrosos con muchas ganas de divertirse.
El viento del norte hacía que, apenas se ocultó el sol, bajase la temperatura rápidamente y que cuando nos reunimos para empezar nuestra peregrinación hiciese un frío espantoso, o al menos tan espantoso para lo que estamos acostumbrados los malagueños, que convertía en vaho nuestra respiración y nos obligaba a dar saltitos para tratar de entrar en calor mientras los organizadores trataban de poner orden entre la aterida patulea.
Poco a poco empezamos a andar cuesta arriba, guiados por la exigua luz de las farolas muy distantes unas de otras, y a cantar villancicos o estrofas de ellos de las que nos íbamos acordando.
Hacia Belén va una burra
cargada de chocolate
lleva su chocolatera
su molinillo y su anafe.
Rin rin yo me remendaba
yo me remendé
yo me eché un remiendo
yo me lo quité.........
Nos parábamos en cada farola y aprovechábamos para tomar un dedalito de anís y comer algún polvorón o mantecado y seguir cantando con toda nuestra energía para que nuestra voz destacase sobre las demás.
Cuando llegamos a los más alto del camino nuevo, al puerto que separa los dos valles, que era el final de nuestro paseo nocturno nos paramos a apurar nuestras reservas de anís y de golosinas y estuvimos un rato cantando a voz en grito para apurar también lo que nos quedaba de voz. Estuve cantando frente a una chica de mi edad de cara preciosa, con dos rosetones del frío, ojos claros y trenzas rubias y, durante unos momentos, fue como si nos cantásemos el uno al otro o como si quisiéramos acallar cada uno la voz del otro. Al acabar el villancico la chica se acercó y suavemente me rozó los labios con los suyos para perderse a continuación entre la gente. Yo me quedé de piedra por la sorpresa. Nunca supe su nombre ni la volví a ver jamás. O tal vez lo soñé.
También quiero compartir estas fotos de El Belén de la UVI realizado por un miembro del Equipo, Olga, celadora de la Unidad de Cuidados Intensivos.
Y corazones hechos con mucho amor.
Todos los que queráis dejar aquí vuestras historias, estaré encantada de colgarlas y compartirlas.
NOTA :Aprovecho para animaros a que escribáis vuestras Cartas de Reyes pues voy a dedicar una entrada a ellas. La primera que he recibido también es de Felipe Vila que veo que es un seguidor no solo fiel sino muy aplicado.
2 comentarios:
Hola amigos del blog,feliz Navidad a todos y un muy feliz año 2018 un abrazo fuerte de Andres y mio para todos y con vuestro permiso un saco lleno para ti Maria Angeles.,isa....
¡Qué ilusión verte por aquí, Isa! se ve que nos sigues de manera silenciosa, como tantos otros seguidores. Os deseo un buen año a los dos y extensivo a tu familia, con cariño.
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