miércoles, 22 de octubre de 2014

II Certamen de Cuentos : Votaciones Cuento 4 : "Tener o no tener"

Tener o no tener

Fernando - porque este hombre se llama como se llamaba mi hermano- es ya mayor, flirtea con los setenta, pero su aspecto es recio y fuerte, varonil. Su cortesía es esmerada; su forma de hablar delata al hombre de mundo, más cultivado en las aulas de la vida, de los negocios, que en las mesas de lectura de las bibliotecas...Cuando, a media tarde, coincidimos en el comedor común de la 1º SE, tras el café flojo, siempre café, ambos, charlamos un rato, antes de que cada uno tome su propio rumbo a su propia tarde toledana en Parapléjicos. Los asuntos no son los propios de una conversación típica entre pacientes. No hablamos de sondajes ni de "cohetes", ni de qué enfermeras están más buenorras. Hablamos de Suiza y sus bosques bien explotados, de USA y sus prepotentes rascacielos, del agua que aquí nos falta y en Francia les sobra... pero al final, siempre llega el momento de la confidencia personal, íntima, dolorida y casi clandestina sobre lo que cada uno estamos sintiendo o , no hace mucho, fuimos sintiendo a lo largo de ese tortuoso y torturante camino de la lesión y la invalidez, desde el momento en que supimos, o mejor, tomamos conciencia de que éramos reos de una condena perpetua a reclusión en una silla de ruedas.
Fernando está hablando...
... Mira, JM, cuando después de aquella tarde, en la playa, cuando tuve que sentarme porque un dolor terrible me mordía la espalda... y ya no pude volver a ponerme en pie, ya no pude andar... cuando poco después en el hospital me dijeron que me había quedado parapléjico... pensé: Toda mi vida he sido, creo, un buen cristiano evangelista, como tal he vivido, creo que no he sido mala persona, ni mal marido, ni mal padre. El Señor bien podría haberme librado de este sufrimiento, a mi y a los míos, con todo lo que le he rezado... pero NO HA QUERIDO. Y yo no puedo hacer otra cosa que humillar la cabeza y cumplir su voluntad. Y luchar para que los míos sepan que sigo siendo el mismo...
Se marcha empujando su silla de ruedas, con su eterna media sonrisa en los labios, siempre correcto, siempre. Y entonces, un escalofrío me abraza y siento un ramalazo de envidia. No puedo evitar pensar en la imagen tópica de un faro, en medio de la tormenta, proyectando su luz hacia las espesuras de la noche negra, donde un barquichuelo zarandeado por las olas y el viento, recibirá la luz con alegría y esperanza, porque esa luz les salva de los escollos acechantes entre las olas... Fernando tiene su faro, yo navego a trompicones y haciendo agua, sin saber en qué dirección está mi puerto y mi salvación. Esa es la diferencia esencial entre nosotros. El tiene Fe. Yo ni puedo acogerme al lema de Leonardo da Vinci: NEC SPE, NEC METU. Sin miedo ni esperanza.
Tengo mucho de lo primero e ignoro qué es lo segundo.
Me escapo por la rampa, a toda la velocidad de que soy capaz, y busco un lugar escondido en los árboles de la orilla del Tajo. Y lloro, lloro, lloro...

JMA En Ávila, a 4 de octubre de 2014



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