domingo, 29 de mayo de 2022

Palabras escritas con un punzón (III)

 

HOSPITAL TOLEDO

PLANTA


Siendo Paquito en la UCI, teniéndome tan bien cuidado y atendido como me tenían, se me hacía muy cuesta arriba el bajar a planta, en definitivas cuentas no quería, algo complejo de entender, pero era así. Más aun, porque subía a verme alguien con un familiar ingresado en planta, me contaba algo así como leyendas urbanas sobre las plantas del hospital.

Sobre el mediodía, llegaron los celadores de la planta. Aquel día, me lavaron la cabeza, me afeitaron y me cortaron el pelo, algo que hacían a menudo, pero ese día, era un poco especial, recuerdo a una auxiliar decirme: “¡Ea!, Paquito, para que vayas guapo a planta, y vean que te hemos tratado bien”.

Mi familia, esperaba en la puerta de UCI, para acompañarme hasta mi habitación. Me empezaba a gustar aquello, eran las 12 y ya estaba mi familia conmigo…

Al coincidir con las vacaciones de Navidad, había muchos pacientes de vacaciones, incluido mi compañero de habitación, estaba solito.

Los días festivos no se hacía gran cosa. Cada día pasaba visita un médico distinto, me examinaba y se iba. También venían los fisioterapeutas, me movilizaban y ya está. Los cambios posturales, cada tres horas, son sagrados. Poco si, pero era buena señal, no necesitaba tanta atención.

Pasó la Navidad, y mi compañero de habitación volvió, era la primera vez que veía a alguien en mi misma situación, y me impactó un poco, por lo que me puse muy nervioso y me pasé dos noches sin apenas dormir. Me cambiaron de habitación, estaba de nuevo solo, y mi tranquilidad, volvió.

Me asignaron una fisioterapeuta, la cual sería fija en toda mi rehabilitación física, la rehabilitación aún se hacía en mi habitación, no podía bajar aún al gimnasio.

La doctora me visitaba por las mañanas, y en una de esas visitas, me dijo si empezábamos con las desconexiones del respirador, o seguíamos, según se mire. Dije que si, y pregunté: Veinte minutos? La respuesta, fue rotunda, No, una hora, por la mañana y otra por las tardes, e iremos aumentando una hora, cada dos días. Se me vino el mundo encima, os lo creáis o no, un ventilador engancha casi como una droga, y veía complicado aguantar esas desconexiones.

Al mismo tiempo, me trajeron una cama muy rara, que no recuerdo su nombre, para que empezara a hacer plano inclinado, algo imprescindible para empezar a levantarme, me inclinaban bastante, y no me mareaba, algo que veían sorprendente, pues llevaba unos seis o siete meses en cama.

Tuvieron que dejar de hacerme plano inclinado, porque afectaba negativamente, a mi úlcera del sacro.

Fui progresando bien, y algunas semanas después, aguantaba hasta la hora de comer, sin respirador. Mi escara también iba a mejor, así que, decidieron llevarme al gimnasio, para los ejercicios y para volver a hacer plano inclinado. Mi fisio, se alegró mucho, diciendo que al fin, salía ya de la habitación.

Ya estaba, más o menos acostumbrado, a ver a otros pacientes, pues me visitaban en mi habitación, además ya tenía compañero de habitación, y lo asimilaba bien.

La primera vez que entré en el gimnasio, me impactó bastante. ¡¡Que de “cojos” había!! Hablando sobre eso con mi fisio, me dijo: Pues verás cuando que pases al gimnasio grande. Lo cierto es que no me gustó mucho, pues me movilizaban, me pasaban al plano, me mantenían inclinado unos treinta minutos, y vuelta a la planta. También lo de estar siempre pensando en el dichoso aparatito para respirar, me agobiaba bastante.

Seguí bajando a diario, y cada día me inclinaban un poco más.

Lo que más retrasaba mi evolución, era estar enganchado al aparato. Un día una enfermera, se enfadó un poco, y me obligó a comer sin él. Algo a lo que me negaba rotundamente, me dijo algo así: A partir de hoy, almuerzas respirando por ti solito, si no, no avanzamos. Fue un suplicio comer sin el susodicho, pero sabía que aquella chica, tenía razón. Ya estaba desconectado desde las nueve de la mañana, hasta las dos y media. Más o menos una semana después, me pautaron, desconectarme también después de la siesta. Me conectarían de nuevo después de cenar.

Un día volviendo del gimnasio, me vio mi doctora y me dijo que me preparara, que aquella tarde, me levantaban en silla.

Dicho y hecho, después de la siesta, me levantaron con una grúa, (aparato que hoy en día, lo odio aún), me pusieron el respaldo bastante recostado para que no me mareara en exceso. A mi madre le impactó verme en silla. Me dijeron que a ver si podía aguantar tres horas en la silla. Las aguanté pero, me costaba mas trabajo respirar que estando en cama. Haceros una idea… ¡¡¡LLEVABA NUEVE MESES EN CAMA!!!!

Aquel día me dijeron que no saliera de la planta, por si de pronto me daba algún “yuyu”.

Al siguiente día, ya fui a hacer rehabilitación sentado. Mi fisio me dijo, que dejábamos el plano y pasábamos a la “jaula”. Parece tal cual indica su nombre, empecé a “volar”. Es un ejercicio activo, que se hace entablillándote los brazos con vendas, y enganchándolos en el techo, es como un batir de alas, por fin empezaba a hacer ejercicios por mi mismo.

Ya nada de conectarme después de cenar, aguantaba, hasta medianoche. Se hacia interminable, eso si.

Al segundo día, que me levantaba por la tarde, me dijeron que me querían ver al solecito. Es decir, ya podía “moverme”, por el Hospital. Mi primera visita, era obligada. Cogí el ascensor, y dije que le dieran al tres. Pedí me llevaran a la UCI, a ver al personal, los cuales se alegraron mucho de verme. Yo les dije: “Cumplo mi promesa, mi primera visita cuando me levantara, sería a ustedes, y que veáis, no me olvidé de ustedes”. Alguien del personal de allí, me dijo antes de irme que, como se estaba tan bien en planta, los pacientes, se olvidaban de ellos. De ahí, mi promesa.

Al poco tiempo, tuve que dejar de levantarme por las tardes, no estaba mucho tiempo en silla, pero, la evolución de mi escara sacra, no era del todo buena, así que, solo me levantaba por las mañanas. Por las tardes, me mantenía entretenido, entre la televisión, y visitas de algún compañero.

Cada vez, me costaba menos, mantenerme desconectado hasta medianoche, pero reitero, se hacía interminable, así que una medianoche una chica enfermera me dijo: “Pasado mañana, mi turno es de mañana, hablaré con la doctora, para quitarte el respirador del todo”. Siendo sincero, no me gustó nada la idea, así que mandé llamar a la doctora en quien más confiaba, no, no, no era la de planta, seguía confiando en “mi doctora” de UCI. Bajó al otro día, y fue mas clara que el agua, me dijo: “Paquito, quieres pasar el resto de tu vida enganchado al cacharro? Es ahora, o nunca”.

No con cierto inconformismo, al otro día empezó el reto, intentaría no conectarme más. Las enfermeras me decían que si dormía la siesta sin el aparato, que, por qué no lo iba a lograr de noche, que me tomara “pastillita” y me relajara. Así fue, pedí que me dejaran los auriculares con música aquella noche. Me mantuve relajado, pero el Dios Morpheo, no se acordaba d mi, por muy relajado que estuviera. Pasaron esa y otra noche, y yo no lograba conciliar el sueño, a la tercera noche sin dormir, vino una ATS en el cambio postural, de las tres de la mañana, y me dijo: “Francisco ¿te conecto?” Estuve a punto de decir que sí, antes de contestar se me vino a la cabeza, el ahora o nunca, de la doctora. Dije que no. Seguí sin dormir aquella noche. La cuarta noche pedí que si lograba dormirme, no me hicieran el primer cambio postural, de la madrugada. Por fin logré coger el sueño, vinieron a darme la vuelta, y cabreado les dije:

-No dije que no me dierais la vuelta de las tres, si lograba dormirme?

-Chiquitín, estas equivocado, son las seis de la mañana. Has dormido seis horas seguidas! Me contestaron.

No os podéis imaginar la alegría que sentí, por fin logré dormir de noche!!!

También intentaron, quitarme la sonda vesical, y hacerme sondajes cada cuatro horas, pero mi vejiga, se había vuelto muy pequeña, y con un solo vaso de agua, me daban crisis al no poder orinar, hacia retención. Me hicieron una prueba, cistografía, creo que la llaman, y me dijeron, no tendría rehabilitación vesical, que al haber tenido la sonda tanto tiempo, no lograría orinar por mi mismo. La solución era, o pasar toda la vida con sonda permanente, o que me realizaran una “simple” intervención en mi esfínter. Teniendo la edad que tenía yo, me dijeron que lo más lógico, era la operación, pero que decidiera yo. Creo que, no tardé una semana, en estar camino de quirófano, en el cual no estuve más de dos horas.


KIT – KAT

Habiendo logrado eso, el estar destetado, como decían por allí, estar sondado, porque la herida tenia que cicatrizar, y llevarlo bien, se me pasó por la cabeza, lo siguiente: ¿Me dejarían irme a mi pueblo una semana, para desconectar?” Se lo comenté a mi médica, y ella dijo, que se podría valorar, que lo hablaría con mi familia, a ver qué decían.

Mi familia era un poco reacia pero le explicaron que era un paso a dar, antes del alta definitiva, por lo cual accedieron. Aún quedaba un mes o algo así, para mis “vacaciones”, así que a partir de entonces, mi madre, entraba en la habitación para aprender a “manejarme”, es decir, vestirme, cambios posturales, etc…

Yo insistía que quería hacer el trayecto, Toledo – Chiclana, en un coche, pero no querían, contrataron una ambulancia. Además, hablamos con alguien de la familia, que trabajaba en un hospital, y que como enfermera, me acompañaría en el trayecto.

Decidimos salir, después de la siesta, no sé para que. Llevaba desde la noche anterior sin dormir pensando que iba a casa. Por fin, la ambulancia llegó y nos pusimos en camino.

Llegar a casa, cuando llevas once meses sin estar por allí, entrar en tu habitación es una sensación inexplicable. Costó trabajo entrar, había mucha gente esperándome y eso que era tarde, casi medianoche.

Esa noche, fue la primera vez que mi madre me tenía que hacer los cambios posturales, pienso que no durmió pensando en ellos.

Al día siguiente, desde muy temprano, había gente que me venía a visitar, familia, vecinos, amigos…. etc. No me levanté aquella mañana, me reservé para la tarde.

Me resultaba raro, estar en mi casa en la silla, y me costó bastante, anímicamente hablando, salir a la calle. Me llevaron o, quería ir yo, a la casa de un familiar mío, que vivía a unos 500 metros de mi casa. El por qué de aquella visita, os costará creerlo. La excusa era dar mi primera vuelta por la barriada, estando en silla. La realidad era, que quería ver a la “asesina”, la moto con la que tuve el accidente, que estaba en la casa de este familiar, pero no dije nada a nadie, para que no supieran mi intención. Por el camino, me pararon cien veces, gente que conocía, se alegraban de verme, me decían.

Llegué allí, saludé a mis familiares, y pasado un rato, pedí que me abrieran el garaje. Todo el mundo se sorprendió, y me insistieron en no enseñármela. Más insistí yo, que logré que lo hicieran. Al verla, me recorrió un escalofrío, se me pasó enseguida. No sé como tienes valor de verla, yo le pegaba fuego, me decían los que estaban allí. Yo, la conservaré o la haré billetes, contesté. Regresé a mi casa, y justo llegando apareció un amigo, que íbamos a entrenar juntos en moto. Estaba con el mono de ver una moto correr, así que le dije que fuera a su casa y trajera la suya. Dicho y hecho, disfruté como un enano, viéndolo.

Hice coincidir mis vacaciones con la feria de Chiclana. Así que el viernes tocaba fiesta.

Me subieron a un coche, mis amigos y estuvimos unas tres o cuatro horas por allí, me resultó raro, pero disfruté.

Repetí vacaciones dos meses después.


VUELTA


Al volver al hospital, me resultó curioso que todo el personal, me preguntara ¿has salido de casa? Me explicaron, que muchos se negaban a salir, en esos días. Yo salí todos los días.

Tocaba vuelta al trabajo, decidieron retirarme la sonda, para ver y comprobar, si la intervención sirvió para algo. Empezaría bebiendo poco liquido al principio, y de nuevo con sondajes intermitentes e iría incrementando la ingesta y el intervalo de tiempo entre sondajes. La intervención fue un éxito, en menos de dos semanas, podía beber todo lo que quisiera, y nada de sondas. Orinaba por mi mismo.

Otro aparatito aún me quedaba, era la cánula. En mi caso y opinión, era un seguro de vida, por si tenía complicaciones respiratorias. No estaba muy de acuerdo, con la decisión de la médica, así que llamé a la doctora d UCI de nuevo. Fue más clara aún, que la vez anterior, la conversación, fue algo así:

-Cuanto tiempo llevas sin respirador?

-Un mes, contesté.

-Mucosidad, te tienen que aspirar?

-No.

-Mañana vengo, te hago una prueba y te la quito.

Al otro día no desayuné por la prueba. Apareció ella, y me la hizo, es algo así como introducir una mini cámara hasta ver los bronquios. Me desabrochó el lazo que me sujetaba la cánula, me la sacó, y la tiró a la basura. Por fin, no tenía nada externo en mi cuerpo, que llegó a parecer un arbolito de navidad con tanto cacharro a mi alrededor.

La escara sacra, también se cerró, por lo cual, al no tener que hacerme curas, aspirarme, ni nada por el estilo, pedí que me cambiaran de habitación y me pusieran con alguien más joven. Accedieron. La nueva habitación, estaba muy bien, algo más grande y, sin ningún aparato pitando a cada rato. El nuevo compañero era también muy enrollado.

Yo seguía yendo al gimnasio todos los días y a terapia, tengo que reconocer que lo segundo, no me gustaba nada y estaba el mínimo tiempo posible a diario. En el gimnasio me machacaba y estaba a diario, desde las 10.30 hasta las 12.30 o 13.00, ni que decir tiene, que me encantaba…, hacía tiempo, que había pasado al grande. Ese, era bastante distinto al otro. Muchos cojos, dando saltitos en las paralelas, con algún que otro batacazo. No caídas mías, los que se ponían de pie.

Pasó el verano, y mi medica volvió de sus vacaciones, como apenas me veía en cama, me pilló en el pasillo y me insinuó o comentó, que el alta estaba cerca. Le dije que, me acababa de apuntar en rehabilitación sexual, y que estábamos de mudanza a otra casa, más adaptada para mi, cuando terminara de solucionar aquellos temas, ella decidiría.

El día del alta, me la dijeron, algo así, como dos semanas antes, por lo cual, todas mis vistas, eran para ver qué hacer y no aburrirme en casa. Hablaba con todo aquel se me ponía por delante, la opción que me daban todos era la que menos me gustaba, volver a estudiar.

Lo que tenía claro, que no me iba a llevar las 24h. del día metido en casa.


Durante dos o tres días, empecé a despedirme de todos.

Bye, Bye Hospital.

El tiempo que estuve allí, digamos que fue más o menos ameno, a partir de empezar a levantarme. Siempre tenía algo que hacer, es decir, estaba entretenido, y no se me hizo para nada largo.


Ingreso en planta: 23/12/1997

Primer día en silla: Marzo de 1998

Destete total del respirador: Principios de Mayo de 1998

Primeras vacaciones: Segunda semana de Junio de 1998

Retirada de cánula: Tercera semana de Junio de 1998

Segundas vacaciones: Segunda quincena de agosto 1998

Alta: 07/10/1998


Volvía a casa!!!-


(Francisco Javier Peña Mateos)

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