viernes, 6 de diciembre de 2013

Primer Certamen de Cuentos : Votaciones : "Te regalo un paseo"


                                                TE REGALO UN PASEO

Oscar tenía un día malo. Apenas había hablado durante la mañana. Se perdía constantemente en sus pensamientos y Paula empezaba a estar preocupada. Intentó animarle pero estaba tan ausente que no hubo manera. Abatida, se sentó junto a él, le tomó la mano y lo besó.
            -¿Qué te ocurre?
            -Estoy bien.
            -Venga, cuéntame que es eso que revolotea en tu cabeza.
            -No es nada, tonterías.
            -¡Oscar, vamos! Cuéntamelo.
            -No se como contarte esto. Hoy me he dado cuenta de que apenas recuerdo lo que sentía mientras caminaba. –Paula le abrazó sin decir nada.
           
El resto del día transcurrió silencioso y triste para ambos. Hacía un par de años desde que aquel fatídico accidente había condenado a Oscar a estar sentado en su silla. Paula daba vueltas y vueltas al asunto. El recuerdo de su infancia, cuando falleció su abuela, se instaló en su cabeza. Recordaba que con el paso del tiempo su imagen se desdibujaba en sus recuerdos. Llegó el día en que tan sólo era una silueta borrosa y entonces fue realmente consciente de su ausencia. Desde ese día, su madre hablaba a menudo de su abuela, y le regaló su mejor fotografía. Todavía la llevaba en la cartera, estaba un tanto descolorida por el paso de los años, pero mantuvo fresca en su cabeza la imagen de su querida abuela.
           
Redibujar una imagen era mucho más sencillo que recuperar sensaciones olvidadas. Paula deseaba ayudar a Oscar pero no sabía como hacerlo. Añoraba sus largos paseos en los que cogidos de la mano hacían planes de futuro y compartían ilusiones. Desde el accidente los paseos eran escasos y cortos. Paula se sentía culpable, como si comiera bombones delante de un diabético. Era a Oscar al que le apasionaba caminar. Caminar y correr. Ahora la acompañaba desde su silla, y enseguida terminaban ambos sentados, sin brillo en los ojos y casi siempre en silencio.

Después de darle muchas vueltas, Paula decidió hacerle un regalo a Oscar.
-Cierra los ojos, voy a regalarte un paseo por el campo, por nuestro sendero.
-Oscar cerró los ojos extrañado. –Dame la mano -siguió hablando ella mientras tomaba su mano. -¿Preparado?
-No sé -respondió Oscar algo expectante.
-Lo primero respira hondo porque, hoy, hace un día precioso. El aire es tan fresco que duele cuando entra en los pulmones. Huele a campo, a manzanilla y a romero. – Paula hinchó sus pulmones hasta que no cupo un gramo más de oxigeno dentro. Oscar hizo lo mismo. – Ahora, cerramos la puerta de la verja y comenzamos a caminar por el sendero. Hay un par de amapolas, me agacho con idea de arrancarlas, y tu tiras de mi “¡Vamos Paula, déjalas! Están preciosas, si las arrancas, durarán un suspiro”, me dices. Te sigo y tu aceleras el paso, y yo repito para mis adentros tu frasecita preferida “Hay que caminar rápido, para poner en forma el corazón” Coges carrerilla y yo intento mantener tu ritmo. Estos primeros pasos son duros. Los gemelos y los talones están acartonados y duelen un poco, pero seguimos caminando a buen ritmo y las piernas comienzan a entrar en calor. Entonces las rodillas parecen mejor engrasadas y los músculos se van amoldando a la orografía del terreno. El corazón se acelera. ¡Mira como aumenta sus pulsaciones! –Paula acercó la mano de Oscar a su pecho para que pudiera sentir el cansancio de los primeros metros. –Comienzas a tener calor y te anudas  el jersey a la cintura arrepentido como siempre de haberlo cogido. Me regañas porque he sido yo la que me he empeñado en que lo lleves. Comenzamos la cuesta y como siempre me dices, “Pole, pole” que  ya se que en Suajili  significa despacio, despacio. Aminoramos la marcha dando pasitos muy cortos. Las piernas pesan ahora un montón y miramos al suelo para evitar ver lo que queda de subida. El calor se aloja entre el pecho y tu cabeza, obligándote a respirar aire caliente. Seguimos caminando cuesta arriba, los gemelos duelen cuando se estiran para obligar a cada pierna a seguir el movimiento constante, primero una, luego la otra,  así una y otra vez. Comienzas a sudar y el corazón se pone a mil. -Paula posó la mano de Oscar de nuevo en su corazón para que recordará la satisfacción de su agotamiento.

A partir de aquí todo el camino es recto. Tus piernas hacen ya su trabajo solas, ahora apenas las sientes, es como si flotaran. -Oscar besó a Paula y notó su boca seca por el esfuerzo de la subida. –La llanura está espectacular. Las praderas están verdes, repletas de florecillas amarillas flotando sobre ellas. De vez en cuando aparece alguna flor de azafrán extraviada y los pequeños hoyos presagian la proximidad de los juegos de algún joven gazapo. - Oscar paró un instante para  respirar el frescor de tanta belleza. La brisa mezclaba el dulce aroma de la piel de Paula con el de las flores silvestres produciendo un perfume irresistiblemente embriagador.
-Paula, ¿Qué haremos estas vacaciones?
-Podríamos ir a la playa, a algún sitio  tranquilo.
-Pero si alquilamos un apartamento este verano, nos quedaremos sin dinero para arreglar el granero.
Paula miró emocionada a Oscar. El granero quedó a medio terminar hacía dos años. Aquel pequeño granero que soñaban con convertir en un pequeño hogar para pasar los fines de semana haciendo lo que más les gustaba, pasear y soñar despiertos cualquier futuro que los mantuviera unidos.
-Creo que por fin podremos cambiar la viga grande y eliminar la carcoma de las pequeñas que estaban menos infectadas. Con un poco de suerte el tejado podría estar listo en un par de meses y si lo adecentamos un poco, podríamos pasar allí el verano. Dar largos paseos y terminar por fin de arreglarlo.
Paula le abrazó feliz. A ella no se le hubiese ocurrido un plan mejor.

Llegaron a casa agotados de aquel paseo imaginario. Oscar abrió por fin  los ojos. Podía sentir el cansancio en sus piernas y estaba feliz porque por fin fue consciente de que lo que más le gustaba de esos largos paseos era estar junto a Paula. Su aroma era superior al de cualquier flor, el tacto de su mano era  solo comparable a la caricia de los rayos del sol en un frio día de invierno. Hacer planes de futuro juntos convertía el paisaje en algo inigualable. Daba igual si volvía a olvidar la sensación de caminar, seguiría disfrutando de lo esencial del camino, disfrutaría construyendo a cada paso su sueño más ambicioso, un futuro feliz junto a ella.


Betty                                                                                                 18/10/13