Nunca pensé que mantendría el blog tras mi jubilación pero he pensado que podría seguir ocupándome de algunos temas de interés en el campo de la salud mental y más en estos tiempos tan convulsos. Me refiero a estos dos últimos años en los que nos hemos vistos sorprendidos por acontecimientos jamás pensados como fueron la llegada de la Pandemia y el surgimiento del Estado de Alarma con su consiguiente confinamiento.
Hoy quiero hacer un pequeño homenaje a Eduardo Punset que falleció el año antes de la pandemia
https://elpais.com/cultura/2019/05/22/actualidad/1558509544_301471.html
Los filósofos desde la antigüedad se han preguntado si deberíamos preocuparnos por la muerte. Algunos de ellos, como Epicuro o Lucrecio, han pensado que la muerte no es algo malo para quien muere y que, por lo tanto, no deberíamos estar preocupados por ella. Otros, como Aristóteles, sostuvieron que la muerte es la más terrible de las todas las cosas y que temer algunas cosas es incluso justo y noble1 . En este artículo se argumentará a favor de la opinión aristotélica, proponiendo dos tesis principales. Ambas tesis confluyen en la idea de que es razonable preocuparse por la muerte. La primera tesis consiste en que es racional preocuparse por la muerte antes de morir porque, ante la expectación de eventos póstumos, elaboramos un discurso por el cual lamentamos la imposibilidad de intervenir en el mundo para satisfacer nuestros fines, mientras que carecemos de discurso que constituya una razón para preocuparnos por la inexistencia prenatal. La segunda tesis sugiere que la muerte aflige algún perjuicio sólo a quien se pregunta por ella, porque dicha pregunta encierra un deseo de trascendencia que presupone que los intereses y los fines se mantienen constantes. La razón de esto radica en que si se concibe a la muerte como un límite, entonces la misma pregunta acerca de los límites introduce una pregunta acerca de su superación. En la primera parte del artículo se desarrolla la idea de que el límite propio de la muerte se diferencia del límite que separa la vida de la inexistencia prenatal. Justamente, en contraste con el límite prenatal, el de la muerte puede interpretarse como privación de bienes o males en mundos posibles cercanos. Y porque no hay una respuesta para la pregunta por la muerte, tampoco se la puede comparar con la vida. En la segunda parte, se discute la implicación de trascendencia que presupone que lo que a uno le importa, sus intereses y sus fines, sigue importando a pesar de la muerte. Dicho de otra manera, se expone la idea de que la muerte entendida como privación presupone un punto de vista trascendente en el que los intereses del sujeto se mantienen constantes (Rodrigo Laera 112 Problemata Rev. Int. de Filosofia. Vol. 04. No. 01. (2013). p. 110133 ISSN 15169219
Para el que quiera saber un poco más de el y consultar sus libros
https://www.lecturalia.com/autor/146/eduardo-punset
También quizá os interese consultar la web de su hija Elsa Punset
2 comentarios:
Mientras tenemos ilusiones uu ano de vivir estamos vivos ,,, cuando no ya no tanto ,, pero la vida es la única que tenemos cada uno y nuestro mejor tesoro ,,Isa y Andrés.
Totalmente de acuerdo, Isa. La vida es el mejor tesoro que tenemos y debemos de vivirla pese a las adversidades. Un fuerte abrazo para ti y Andrés.
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