viernes, 31 de octubre de 2014

II Certamen de Cuentos : Resultados y ganadores

Supongo que todos los autores están a la espera de saber los resultados del II Certamen de Cuentos.

Este año pensé en u Jurado que hiciera un poco de filtro para que los ganadores no lo fueran solo por el número de votos o de amigos que uno tiene sino por el cuento en sí mismo. Quiero agradecer a todos enormemente su colaboración y disposición. Como dice uno de los miembros del jurado, ha habido muy buenas intuiciones, unas mejor escritas que otras pero todas de un inestimable valor.

Ya sabéis que los cuentos, independientemente de que  recibieran muchos votos a través del facebook o del blog, deberían ser votados por al menos dos miembros del jurado. Así, puede sorprender que dos cuentos que no tuvieron tantos votos, hayan resultado ganadores. El orden se ha establecido tras haber sido seleccionado por el jurado más la suma de los votos de facebook/blog.

Los ganadores son : 

1º Premio "Las tardes del central" de Aquilino González (votado por dos miembros del jurado)

2º Premio :"La abuela" de Elena Prous (votado por los cuatro miembros del jurado)

3º Premio  "El valor de una lata de refresco" de José Manuel Ara (votado por dos miembros del jurado)

Los vuelvo a colgar aquí por si alguien los quiere volver a leer y le es más accesible desde este Post

NOTA :En el caso de que los dos primeros ganadores no quisieran o no pudieran disfrutar del premio (espero que esto no suceda) por logística (distancia geográfica, p.ej.) sería comunicado a los siguientes por orden de votación.



1º Premio Un fin de semana para dos personas en la Casa Rural "El Rinconcito de Gredos"

Las tardes del Central

No era el más inteligente de los asiduos de aquella pintoresca calle, donde las voces de los comerciantes y tenderos de los viejos locales se entremezclaban con las de los turistas foráneos que últimamente, y cada vez con más frecuencia se dejaban caer por aquel rincón. No era el más guapo ni el más locuaz de los que por allí se asomaban cada día y sin embargo su presencia no pasaba inadvertida para nadie, tampoco su ausencia si algún día no se dejaba ver.

 Solía dejarse caer por allí a primera hora de la tarde cuando el sol se retiraba de la terraza del café Central, donde se tomaba un cortado mientras veía como el bullir de la calle superaba la perezosa hora de la siesta.  Intercambiaba saludos, conversaciones y alguna que otra confidencia con los vecinos que hasta allí se acercaban. Lejos quedaba ya aquella mañana en la que por primera vez se había aventurado por la calle sintiendo las miradas curiosas y llenas de lastima de sus moradores.

Atrás quedaban también los primeros contactos con aquellos que lo percibían como una rara avis que se había colado en el barrio y que titubeantes y sin saber muy bien que decirle, ni cómo tratarle se acercaban a conocerlo.

El era una persona que conectaba muy fácilmente con la gente, de amena conversación donde  cualquier tema era bienvenido. Si había que hablar de política, pues se hablaba, que si tocaba futbol, no había problema, había carrete  para ello (eso sí,  siempre defendiendo que Casillas debía ser el portero  titular del Madrid) y cuando se iban agotando los temas tirar del tiempo contentaba a todo el mundo.

En unas semanas su buen rollo se había ganado al vecindario y  más de uno seguía  la estela de su silla de ruedas eléctrica, sabedor de que era un tipo interesante. El  Central, a la hora que Juan iba, acabo albergando a una curiosa tertulia, donde el siempre solía llevar la voz cantante.

 Fue entonces cuando el empezó a  hablarles de los viajes que había realizado antes de tener su lesión medular, experiencias muchas veces que rozaban la aventura y que le habían dejado múltiples anécdotas,  que cuando  las contaba,  siempre  mantenían al vecindario en vela. Como aquella vez que había cruzado América del Sur, desde la frontera mexicana hasta la lejana Patagonia, en vagones de tercera llenos de gallinas, narcos o  guerrilleros. O aquel otro en que alojándose en cabañas de pescadores y remontando el río Nilo en barca desde el delta hasta más allá de la primera catarata, cerca de la frontera de la vieja Nubia, había conocido el Egipto milenario de los antiguos faraones.

 A su lado siempre había una buena historia que oír, historias que siempre se acababan enlazando con otras y que hacían que aquellas amenas tardes del Central se convirtieran en un bálsamo donde olvidar los problemas y las penas que aquellos vecinos pudieran tener.

Juan también les hablaba de futuros proyectos, les contaba que estaba en su ciudad de paso, intentando reponerse físicamente y económicamente para poder acometer futuras aventuras. Ellos le escuchaban con admiración a la vez que con pena. No por su condición física, ni por esa luminosa silla que se convertía en una prolongación de su cuerpo tetrapléjico, sino porque estaban convencidos de que así sería y que un buen díse marcharía,  y que  de esas tardes que tanto habían cambiado sus rutinarias vidas sólo quedaría el recuerdo,  que eso sí, seguro que mantendrían vivo entre todos.

Y un día se dieron cuenta de que ese era el día, porque durante  la mañana no escucharon en ningún momento el zumbido de la silla electrónica desplazándose por la calle o entre sus comercios. Luego, como  cada tarde, acudieron a la hora habitual al café Central, pero Juan no se presentó. Durante varios días siguieron acudiendo, con la falsa esperanza de que fueran contratiempos accidentales los que impedían que Juan no hubiera regresado por allí. Pero los días fueron pasando y las hojas del calendario cayendo hasta que definitivamente, los pocos que todavía iban se fueron haciendo a la idea de que Juan no volvería. Se había ido como había venido, de repente y en silencio, pero a cada uno de ellos les había dejado un vacio que tardarían en llenar.

Entonces fue cuando llego una carta al café Central, con una extraña dirección en el remite que no acertaban a ubicar. Al abrirla se encontraron con una foto de Juan muy abrigado en un andén de una vieja estación en medio de una estepa nevada, delante de un largo tren,  que parecía  que estaba a punto de iniciar su marcha.

 Detrás de la foto una escueta nota.:   En el transiberiano, dirección Vladivostok. Nos veremos de nuevo en el Central


Aquilino González




2ºº Premio : Una comida para dos personas en el Restaurante Venta de Aires de Toledo

La abuela.

Mi abuela era una visionaria conocida internacionalmente que nació y vivió en un pueblo que no superaba los 139 habitantes. Con 6 años, por intentar proteger a un gato negro de la pedrada del espabilado de un primo suyo, se la llevó ella en la espalda y se sentó en una silla de ruedas el resto de su vida. Aunque su madre la aparcó delante de la ventana, mi abuela hizo de todo. Su mejor amiga, Piluca la vecina, la enseñó a leer y escribir, y mi abuelo, el cartero, le ayudó de buena gana a ser madre soltera. Mi abuela nunca se quiso casar porque se consideraba una mujer libre, así que con la gracia vista como desgracia, su madre la echó de casa por vergüenza – Anormal de moral distraída – le dijo-. Y se tuvo que mudar con el cartero cerca del ayuntamiento. Mi abuela se enteraba de todo lo que pasaba en los plenos y de todo opinaba. Opinaba tan bien, que la fichó el Partido Socialista Obrero Español y terminó de concejala de cultura. La única mujer de la plana política de Cantalacaña, la más querida y devota de su equipo de fútbol, el cantalacañés. Nunca les vio jugar, pero eso no importó para que terminara de presidenta del mismo. Porque cuando el teléfono llegó a su casa, mi abuela no lo soltó hasta conseguir un buen esponsor; Patatas Estilito, que les compró unas equipaciones más que nuevas, que les motivaron tanto, que terminaron una temporada en primera división. Ese año mi abuela pilló cacho de unas comisiones y se pagó un viaje a París con Piluca, que sabía francés. Mi abuela pasó de revolucionar Cantalacaña desde el salón de su casa, a visitar el Luvre, donde conoció a un pintor con el que se carteaba correo caliente ante las manos de mi abuelo, que nunca abrió una carta, pero que no la dejó volver a París.
Mi abuela tenía tantas visitas, de sus amigos y admiradores, que no sentía necesidad de salir de casa, más allá de tomar el fresco y asistir a los plenos de pascuas a ramos. Sabiendo que no volvería a París, era feliz en su casa de la calle Angular 38 B bis hasta que llegó Internet, y con él, el concepto de globalización a la mente de mi abuela. Llegó al tope de amigos en Facebook y retomó su relación con el francés por Skype, cambiando las cartas calientes por directos obscenos con la webcam. Estudió ingeniería aeronáutica a distancia en la privilegiada UADPCM y un Master en Acoplamiento Espacial que la llevó a colaborar con la industria aeronáutica española, a tener que dejar su escaño en el ayuntamiento y a descuidar al equipo, que bajó a segunda regional. Esto de la aeronáutica le duró tiempo. Para cuando lo dejó, mi padre ya se había casado, mi tío Manolo estaba terminando veterinaria y mi abuelo había pedido la jubilación anticipada. A mi abuela le agobiaba sobremanera tener a mi abuelo en casa y necesitó, por primera vez, salir a la calle a diario y darle la vuelta al día en la tasca de Paquita, que estaba arriba del pueblo. En su vieja silla manual subía el cerro empujada por algún samaritano que se vendía por un carajillo y para cuando cerraban el bar, bajaba sin manos directa a la cama. Sus hijos se preocuparon de su ritmo de vida y por medio de una petición en chance.org que fue muy sonada en las redes, el Estado Español le pagó una silla eléctrica con tracción a las cuatro ruedas, bipedestadora, con luces traseras e intermitentes, que ayudó a mi abuela a dejar el bar y le dio tantas alas en su edad de oro que redescubrió el pueblo y a sus vecinas, creando, en el abandonado hogar del jubilado, una asociación autogestionada de mujeres - El ágora de Cantalacaña – Decía.
Un día, mi abuela me pilló jugando con su silla manual, se había cancelado un curso sobre feminismos en la asociación y mi adorada abuela echó el rato contándome su historia mientras yo la miraba embelesada frente a la misma ventana donde la dejó su madre.


Elena Prous.Tambiendebajodelagua.com



3º Premio : Un lote de cuentos cortos cedidos por la Librería TAIGA de Toledo

El valor de una lata de refresco


Decía Machado que es de necios confundir valor y precio. Hablemos pues, del valor, y en concreto del valor de una lata de refresco, sin preocuparnos de su precio. Y de Damián. Unos treinta años: hombre joven, como ven. Casado, felizmente. Dos hijas: 6 y 3 años. Palista y camionero de profesión, motero, rockero y barranquista, cazador, buen bebedor de cerveza... y tetrapléjico. Una noche animada, una chica que no era su legítima, un paseo en moto - dirán ustedes: un clásico. Pues sí.- Y una señal de tráfico que estaba donde sí debía estar. Fue la moto la que iba por donde no debía ir. En resumen: un tetrapléjico sin remisión y una muerta, también sin remisión, como suele suceder.
Damián ya era veterano en el HNP cuando yo llegué. Compartíamos habitación y origen: los dos éramos maños. Conversábamos de todo y de todos antes de apagar la luz, cada noche, como dos íntimos amigos de toda la vida.
Damián necesitaba ayuda para cada actividad cotidiana; para levantarse y para acostarse, para hacer las transferencias en el baño, para su aseo, para vestirse o desnudarse, para que le pusieran un tenedor de mango anchísimo en la mano agarrotada y poder comer él solo sus escarpines de york y queso... Cada tarde jugaba incansablemente al ping-pong con sus familiares. Cada día subía y bajaba incontables veces, marcha adelante y marcha atrás, la rampa del hospital. Pero era un dependiente absoluto, que ni siquiera podía cambiar de postura en la cama. Todo un carácter encarcelado en un cuerpo de sangre, hueso y músculo absolutamente gripado...
Una tarde apareció en la habitación con una lata de refresco en el regazo y me anunció solemnemente que iba a tomársela. Después de abierta, claro. Y él la iba a abrir sin recurrir a nadie.
Lo intentó con los dedos, pero no pudo. Lo intentó usando un llavero como palanca para levantar la anilla abre-fácil (según para quien, como ven). Se le caía de las manos. Juraba. Volvía a la carga.
Después de mucho tiempo, viendo los fracasos sucesivos de sus intentonas, de sus estrategias, hablé:
- Damián, pásame la lata. Te la abro...
- !Vete al cuerno, copón! exclamó sin dejar margen a la insistencia.
Y empezó a tratar de levantar la anilla de aluminio con los dedos de nuevo, con los bordes de las manoplas de cuero que usaba para impulsarse en la silla de ruedas... Finalmente, usó la nariz.
Cuando después de muchos minutos largos como eones, de más fracasos y juramentos, de vuelta y vuelta a la carga, levantó la vista hacia mi, estaba radiante, feliz, orgulloso, triunfante...con su barbilla chorreante de sangre que goteaba profusamente de una nariz en carne viva, con la camisa salpicada de sangre, sus manos ensangrentadas... El refresco gasificado borboteaba por el orificio, ya abierto, y caía por los lados. Le di un abrazo, al pasar junto a el y le murmuré : " Par de güevos tienes, maño...". Me empujó con el hombro, amistosamente. " No corras mucho, gacela" me dijo con toda su sorna maña. Me detuve un instante, junto a la puerta. Me afiancé sobre mi pata de palo y una muleta y, ya con una mano libre, extendí el brazo hacia él y levante bien levantado el dedo corazón. Soltamos una carcajada... Salí renqueando al pequeño cosmos hospitalario para hacer mis paseos vespertinos a paso de tortuga...
Ese fue el valor que adquirió, desde entonces, para mí una humilde lata de aluminio para refrescos. Fue la lanza, la espada, el puñal con el que Damián venció al desaliento y a la humillación diaria de la dependencia absoluta.

En Ávila, a 4 de octubre de 2014
J.M. Ara




miércoles, 22 de octubre de 2014

II Certamen de Cuentos : Procedimiento para votar

Hoy era la fecha límite para la recepción de Cuentos. Acabo de colgar los tres últimos cuentos que acabo de recibir. En total he recibido 17 cuentos por lo que hemos superado la participación respecto al año anterior, lo cual me anima a convocar de nuevo el próximo año. Este año logreé poder hacer entrega de tres premios y se que me quedo corta pues el nivel de los cuentos presentados al Certamen es alto pero lo importante es participar.

Los cuentos serán votados por : 

1.- Cuatro miembros de un jurado elegidos entre profesionales del Hospital Nacional de Parapléjicos

2.- Votos a través de este blog en la Entrada correspondiente a cada cuento que, como el pasado año, se votará sin hacer comentarios que pueda inclinar o condicionar la puntuación entre los seguidores.

3.- Votos a través del facebook (cuando puedan ser colgados, mañana o en estos días)

NO PODEMOS VOTAR : NI LOS AUTORES NI YO

Los tres premios se concederán a los tres cuentos más votados por el público y que, además, hayan sido votados por al menos dos miembros del jurado.

Como veo que hay personas que no saben que se está votando no sólo en el blog en la Entrada dedicada a cada cuento (se puede enitir el voto en el espacio dedicadoa Coentarios), sino también a través de facebook por lo que dejo aquí el enlace del facebook de la Fundación del Hospital https://www.facebook.com/fundacionnacionaldeparaplejicos?ref=hl

II Certamen de Cuentos : Votaciones Cuento 17: Entre los álamos"



          
  Aún resonaba en sus oídos el impacto, ese ruido metálico que se quedó a vivir entre sus sueños, y crujía en sus sienes en cada despertar. Era una nueva lucha al empezar el día, para ser derrotado por la noche, cuando la oscuridad confunde y ralentiza los sucesos. Y en sus vértebras quietas y expectantes, la disrupción del tiempo que le quitó el sentir y el movimiento, que distanció visitas de domingos hasta dejar tirado ese amor comenzado cuando aún eran niños.
            Sentado en su silla moderna y acolchada, en la orilla del río, podía sentir la brisa del otoño reclamando su abrigo. Con las últimas lluvias, habían brotado verdes en la orilla y algunos pescadores, bien gastaban su tiempo de las jubilaciones. Condujo hasta el final de su camino, donde la grava ya era tierra. Empujaba las ruedas con ahínco; lo suficiente cerca de la orilla, desabrochó los velcros que mantenían su cuerpo pegado a su respaldo. Las nubes tan ligeras, tan blancas como había dibujado en el colegio y ese azul tan intenso, que esperaba ser contaminado por el gris que le traería el viento. Los ojos extremadamente abiertos, ofrecían una pupila azul de veinte años, a través de la cual, se reflejaba el perímetro, de una ciudad antigua con su torres, como agujas clavadas en la carne de aire.
                Al despegar su pierna de la silla, una piedra tocaba su tobillo, solo lo pudo ver. Con sus manos bajó la otra pierna, ligera por la pérdida de músculo, hasta tocar también el suelo. Las hojas de los álamos vibraban, enseñando su verde y el envés, dejando en el espacio, fuegos artificiales sin sonido. Y entonces se acordó de por qué se había descalzado. Para empezar así de nuevo, como cuando era un niño y descalzo, quería subir a un árbol al que nunca alcanzó, quería cruzar un río andando por el agua, con el vuelo de un pájaro llegar hasta los mares, ser tan duro su cuerpo que pudiera caer y rebotar mil veces al pie de una montaña…
            Se colocó sus piernas en la silla y con el ánimo ardiente como los últimos días de un otoño antes de ser invierno, se marchó preparado, para crecer sabiendo que no todo es posible, y lo que alguna vez se hace posible, depende de la fuerza que pongamos.
                Unas gotas de agua descargaban su peso sobre su cara, cuando iba camino del hospital. Pensó que eran las lágrimas del cielo que en poco fueron llanto, apenas en segundos. Y lloró de emoción por ser parte del mundo, parte del sufrimiento que conlleva la vida, ser víctima inundada que busca su socorro como cada mortal. Y entonces sucedió. Cuando escampó el chubasco repentino, apareció un completo arco iris, desde donde los álamos le habían visto descalzo, hasta su habitación. Por el pasillo formado por los puntos, se colocó en el centro de la semicircunferencia, a punto estaba ya de anochecer. Echó la cabeza hacia atrás buscando los colores en el cielo, y solo vio las sombras azuladas de la noche llegando. Y mientras se acercaba al hospital, pensaba que las cosas se ven mejor de lejos, allí en la distancia, y todo es momentáneo. Cuando llegó al comedor, aun pensaba, en el color más alegre de cualquier arcoíris.
Jamás olvidará aquella noche, pues después de la cena, por el pasillo que llevaba a su habitación, se cruzó una mirada que le dejo de brillos pintada la retina. Y por fin se durmió pensando en la caricia.
JABL

II Certamen de Cuentos : Votaciones Cuento 16 "Las tardes del Central"

Las tardes del Central

No era el más inteligente de los asiduos de aquella pintoresca calle, donde las voces de los comerciantes y tenderos de los viejos locales se entremezclaban con las de los turistas foráneos que últimamente, y cada vez con más frecuencia se dejaban caer por aquel rincón. No era el más guapo ni el más locuaz de los que por allí se asomaban cada día y sin embargo su presencia no pasaba inadvertida para nadie, tampoco su ausencia si algún día no se dejaba ver.

 Solía dejarse caer por allí a primera hora de la tarde cuando el sol se retiraba de la terraza del café Central, donde se tomaba un cortado mientras veía como el bullir de la calle superaba la perezosa hora de la siesta.  Intercambiaba saludos, conversaciones y alguna que otra confidencia con los vecinos que hasta allí se acercaban. Lejos quedaba ya aquella mañana en la que por primera vez se había aventurado por la calle sintiendo las miradas curiosas y llenas de lastima de sus moradores.

Atrás quedaban también los primeros contactos con aquellos que lo percibían como una rara avis que se había colado en el barrio y que titubeantes y sin saber muy bien que decirle, ni cómo tratarle se acercaban a conocerlo.

El era una persona que conectaba muy fácilmente con la gente, de amena conversación donde  cualquier tema era bienvenido. Si había que hablar de política, pues se hablaba, que si tocaba futbol, no había problema, había carrete  para ello (eso sí,  siempre defendiendo que Casillas debía ser el portero  titular del Madrid) y cuando se iban agotando los temas tirar del tiempo contentaba a todo el mundo.

En unas semanas su buen rollo se había ganado al vecindario y  más de uno seguía  la estela de su silla de ruedas eléctrica, sabedor de que era un tipo interesante. El  Central, a la hora que Juan iba, acabo albergando a una curiosa tertulia, donde el siempre solía llevar la voz cantante.

 Fue entonces cuando el empezó a  hablarles de los viajes que había realizado antes de tener su lesión medular, experiencias muchas veces que rozaban la aventura y que le habían dejado múltiples anécdotas,  que cuando  las contaba,  siempre  mantenían al vecindario en vela. Como aquella vez que había cruzado América del Sur, desde la frontera mexicana hasta la lejana Patagonia, en vagones de tercera llenos de gallinas, narcos o  guerrilleros. O aquel otro en que alojándose en cabañas de pescadores y remontando el río Nilo en barca desde el delta hasta más allá de la primera catarata, cerca de la frontera de la vieja Nubia, había conocido el Egipto milenario de los antiguos faraones.

 A su lado siempre había una buena historia que oír, historias que siempre se acababan enlazando con otras y que hacían que aquellas amenas tardes del Central se convirtieran en un bálsamo donde olvidar los problemas y las penas que aquellos vecinos pudieran tener.

Juan también les hablaba de futuros proyectos, les contaba que estaba en su ciudad de paso, intentando reponerse físicamente y económicamente para poder acometer futuras aventuras. Ellos le escuchaban con admiración a la vez que con pena. No por su condición física, ni por esa luminosa silla que se convertía en una prolongación de su cuerpo tetrapléjico, sino porque estaban convencidos de que así sería y que un buen díse marcharía,  y que  de esas tardes que tanto habían cambiado sus rutinarias vidas sólo quedaría el recuerdo,  que eso sí, seguro que mantendrían vivo entre todos.

Y un día se dieron cuenta de que ese era el día, porque durante  la mañana no escucharon en ningún momento el zumbido de la silla electrónica desplazándose por la calle o entre sus comercios. Luego, como  cada tarde, acudieron a la hora habitual al café Central, pero Juan no se presentó. Durante varios días siguieron acudiendo, con la falsa esperanza de que fueran contratiempos accidentales los que impedían que Juan no hubiera regresado por allí. Pero los días fueron pasando y las hojas del calendario cayendo hasta que definitivamente, los pocos que todavía iban se fueron haciendo a la idea de que Juan no volvería. Se había ido como había venido, de repente y en silencio, pero a cada uno de ellos les había dejado un vacio que tardarían en llenar.

Entonces fue cuando llego una carta al café Central, con una extraña dirección en el remite que no acertaban a ubicar. Al abrirla se encontraron con una foto de Juan muy abrigado en un andén de una vieja estación en medio de una estepa nevada, delante de un largo tren,  que parecía  que estaba a punto de iniciar su marcha.

 Detrás de la foto una escueta nota.:   En el transiberiano, dirección Vladivostok. Nos veremos de nuevo en el Central



Aquilino González

II Certamen de Cuentos : Votaciones :Cuento 15 "Los sueños se hacen realidad"

Los Sueños se hacen realidad

“El paso de Lagriman a Sonriman”


Se cuenta, se dice, se habla, de que no hace mucho tiempo: apareció en escena, y no muy lejos de aquí. Un personajillo un tanto peculiar: Un ser, una persona de figura no muy esbelta, más bien cabizbajo, tímido, sonrojado y de un cuerpo robusto. Un ser de poca autoestima y quererse.  Su nombre es,” Lagriman”:
Su  nombre se debe a que la mayor parte del tiempo,  lo pasaba con lágrimas  en los ojos y llorando.
Lagriman,  RECOMIENDA: Por favor, Nunca llorar con los ojos cerrados. A él, le pasó y tuvo ciertos problemas al ver que las pestañas al llorar se solapan, se juntan, hacen pandilla y no se soltaban. Son una panda muy agarrada.
2ª RECOMENDACIÓN DE LAGRIMAN: (SI LLORAS), LLORA CON LOS OJOS ABIERTOS.
Debe de procurarse, que sea: Un periodo corto, pero eso sí: intenso, tanto para dama como para caballero.
A veces, se piensa que el llorar, no es bueno, que da mala imagen. Lagriman dice: ¿Mala imagen?, “Venga ya “, cuando un ser Nace, lo primero que te hacen es, una vez desalojado de tú casa, parece que por ocupa, o algo parecido, te agarran, te sacan y por si se te ocurre mediar alguna palabra, ¡zas! guantazo en todo el culete.
¿Alguno ha pensado en ese momento “No, yo no lloro que da mala imagen”?, ni imagen ni gaitas, lo primero que te viene, de tú yo interno, es una fuerza interior que se trasforma en un grito ensordecedor .Vamos lo que se viene a llamar: “Un grito hipo huracanado”.
Una vez, limpio más que limpio… Requetelimpio. Lo cogieron y lo fueron a examinar, tal como a cualquier recién nacido.
Al examinarlo, descubrieron que había nacido con un problemilla, para Lagriman se denominaría, un bache. Enseguida los médicos empezaron a realizarle las pruebas necesarias, para poder arreglar,  el bache. Metafóricamente hablando, ósea escribiendo, disculpas. Buscaron y rebuscaron, hasta encontrar el mejor material y el mejor  operario para realizar la reparación del bache.
Para Lagriman el tiempo trascurría con dificultad, pesadez y bastante lento.  En un plis, Lagriman se quedó sorprendido y de repente recibió varias ofertas: “El querer es poder”,  
Si tú lo deseas con todas tus fuerzas y gracias a tú gran fuerza interior y al gran apoyo  que tienes a tú  alrededor, que, muchas veces nos obnubilamos y pensamos  demasiado en nosotros mismos y encima  que estamos más solos que la una, (que me perdone la una).  Sin ningún ánimo de ofender; “si uno quiere, se puede: No todo, pero sí más de lo que uno piensa”.
En este caso, Lagriman fue, más bien él no lo fue, sino su familia quien entre la variedad de médicos especialistas en  subsanar el bache, eligieron  al desbacheador.
 Su nombre: Don Luis Anti bache. (Con tal nombre, parecía dar confianza). Había otra opción, se trataba, del doctor: Don Jaime exprimicherry, decían que estaba muy entrado en el grano, lo que hizo desconfiar de él, “Vamos a ver, sí este doctor se cree que mi hijo es un tomate, lo va a  exprimir y desgranar”, (Que ni lo sueñe, por muy entrado que este, en el cultivo y recolección de frutos, varios).
Ya decidido; el día y la hora. Todo pareció entrar, en una calma bastante bacheada. El tiempo pasaba, y pasaba pero no tan rápido, como sería de esperar.
Una vez realizada, la intervención. Lagriman fue trasladado a la U.C.I., donde fue introducido en una incubadora. (Urna de cristal, cerrada. Con dos aberturas en forma de ojos de buey).
“Cuando fue mayor, sus padres le llevaron, con ellos a votar. Lagriman al ver las urnas, dijo: “Pies, para que os quiero y sin pensarlo más salió, corriendo”.
Allí permaneció un tiempo, aislado del exterior, con el fin de evitar infecciones. Pasados 20 días Lagriman fue dado de alta, con periodos de revisión cada poco tiempo.
Comentario De Lagriman: “Los sueños se hacen realidad”. Precaución con lo que se sueña, no miedo. Ja, ja, ja…..
Su evolución fue lenta, sus miembros, superiores e inferiores, se fueron moviendo cada vez más, gracias a la manipulación de su madre, que fue enseñada por los enfermeros  y médicos.
Logro: Ponerse de pie y caminar de una manera, bastante positiva. También hay que decir: Que tubo varías  secuelas, dificultad al caminar, en correr, desarrollar deportes, encefalitis…….
Pero del comentario que recibió su madre, “Para la vida que va a tener, mejor sería que falleciera”.
Ahí, quien lo hizo, se debió callar. Fácil decirlo, difícil hacerlo pero NO IMPOSIBLE.
Su trayectoria fue en aumento, se fue desenvolviendo con soltura en el trascurso de su vida.
Algunos momentos no fueron fáciles, pero los supo llevar, realizó sus estudios, emprendió un trabajo, montando un comercio, que duró un largo periodo de tiempo.
Conoció a una Dama, y con el tiempo se casarón. Otro sueño hecho realidad, el pobrecito de Lagriman, lo que, solo estaba acostumbrado a ligar, pero bien ligar, eran constipados: Que estos te agarran y no te sueltan de ninguna manera, ooohhhhhh. 
Vamos pero fue bien ligado por esta, inmensa DAMA.
El tiempo trascurría, con normalidad, un ir y venir, no parar de hacer cosas. Un día, debido a  la dificultad de movimiento que arrastraba desde hace tiempo y debido a la espina bífida, se fue a levantar de la cama  y una pierna le falló, ese fallo produjo una caída desde su propia altura, hacía el suelo, en el trayecto el cuerpo cayó al suelo, y la cabeza en la trayectoria golpeo en el sofá, que había cerca de la cama.
En un principio, se fijaron más, en una pierna, en la que al caer,  se dobló y se sentó sobre ella. El malestar era bastante, pero como no había sido la primera vez que se caía, no quiso darle mayor importancia.
Con el paso del tiempo, los miembros superiores e inferiores, empezaron a perder, fuerza, exactitud de respuesta al estímulo, lo que le hizo acabar acostado.
Viendo y sintiendo esto, decidieron llamar al médico.
Una vez le vio y le revisó, ante la gravedad que vio, le mando ingresar de urgencias. Ya ingresado, le realizaron más pruebas, las cuales iban descartando unas cosas y llevando a otras, después de unos días en un centro con un tipo de tratamiento, que no conseguía levantar el vuelo, lo destinaron a otro, donde tampoco daban con la fórmula, debido a su falta de movilidad y problema respiratorio, y falta de medios… Lo destinaron a otro centro hospitalario.
Lagriman, del trayecto a este centro hospitalario, recuerda, que se le hizo largo, de vez en cuando, preguntaba el tiempo que faltaba, y lo que respondían: “Ya falta poco tranquilo”.
La comodidad en estos vehículos no es grande, y si se une, la intranquilidad y malestar que uno lleva…. pequeño, gran lado positivo, la atención de los profesionales.
Una vez llegado al centro, fue ingresado en planta, la “Calma “volvió, los médicos lo examinaron, y descubrieron, bastantes deficiencias, en su cuerpo.
(Un nuevo bache, se cruzaba en su camino). Pasadas unas horas fue llevado a la U.C.I., donde permaneció un largo periodo de tiempo. En un principio, debido a la sedación, Lagriman no era consciente, de lo que allí pasaba.
En ningún momento, estuvo solo. Acompañado,  con más lesionados con diferente tipo de lesión, médicos, enfermeros/as, auxiliares…… Que en todo momento velaban y se relevaban para el continuo seguimiento de los enfermos. Además de familiares varios.
Lagriman, tuvo varios tipos de “baches”, problemas de respiración, llego con ¼ de capacidad en un solo pulmón, y el personal dedicado a reanimarle, está sección, con mucho trabajo y empeño logró sacarlo adelante, después de largo e inmenso trabajo.
Una parada cardiaca, con una reanimación inmediata, otro sueño hecho realidad, volver a la vida.
Tanto las enfermeras, enfermeros que allí se encontraban no le dejaban, ni a él, ni a nadie sin un control exhaustivo.
Estuvo intubado, conectado a un respirador artificial, durante un largo periodo.
Poco a poco, parecía que se iba estabilizando, los pulmones parecían ir respondiendo, otro  bache  apareció. 
Un problema en la circulación en la vena femoral, lo que le produjo por falta del riego sanguíneo, una hinchazón, en todo el cuerpo que le trasformo de Lagriman al muñeco de Michelin, más redondo y orondo imposible.
De nuevo una inmediata intervención, logro poco a poco, estabilizar y devolver el cuerpo a una normalidad, aceptable. Paso de ser el muñeco de Michelin, a Lagriman: Un sordete, gordete, pero majete.
Pasó de comer gelatina de diferentes colores, a ingerir algo de comida, fue despacio pero, poco a poco ingería comidas suaves.
Todo aquello empezaba a serle más agradable, difícil pero un poquirriquitín más llevadero.
Recuerda, con mucho cariño el poder girar el cuello un poco y poder ver el cielo, aparte de las pantallas de ordenadores y monitores que era lo más cercano que tenía.
Un ir, venir y pasar de muchas personas, con bata blanca, y tapados hasta la coronilla.
Pasado un largo periodo, decidieron trasladarle a planta. Algo que Lagriman deseaba, desde su yo interior.
(Todo este periplo, hizo que se alargara su estancia hospitalaria).
Una vez ya en planta, continuó con respiración asistida y su traqueo en la garganta. Durante un tiempo, pasaron a intentar reanimar esos músculos y esos miembros que tenía adormecidos.
Una manera, fue a base de ese artilugio que lo denominaban: “El Avión”, y además de una manipulación directa de los fisios; Lagriman lo recuerda con lágrimas en los ojos, debido a la molestia que le causaban dichas movilizaciones.
Estas manipulaciones, fueron dando lugar a un lento despertar, de ciertos músculos, nervios, articulaciones que en un principio no respondían de ninguna forma.
Pasados unos días, Lagriman recuerda, que, estando tumbado que era su forma habitual de estancia en la cama, notó como una pequeña sensación en uno de sus dedos, en un primer momento pensó que se trataba de un espasmo muscular, está sensación la volvió  notar y de forma no inmediata, pero sí,  casi seguida, giró su cabeza y miró su mano.
En ese momento vio, como el dedo corazón de su mano derecha, ¡se movía despacio de arriba, hacía abajo!, lentamente. “Pero se movía”.
Lagriman al percibir esa sensación empezó a pensar, a sentir: Sí ese dedo se mueve porque no podría llegar a moverse el resto.
Su inquietud entraba en aumento, esperando la llegada de la dama que tenía la inmensa fortuna de que le acompañara en este camino.
Una vez llegó ella, le intentó trasmitir esa sensación y ese momento vivido por él, de la mejor manera. Una vez lo pudo volver a realizar, el gesto, el ambiente, la sensación, no se puede explicar, pero metafóricamente hablando, con disculpas escribiendo. “Poder sentir, sentirte y ser sentido”… Aquel excepcional momento finalizó, con un inmenso abrazo, fundiéndose los dos.
A partir de ese momento, los nervios y los músculos, parecían despertar de ese largo letargo. Fue a base de estimulación, por parte de los enfermeros/as, de la planta que le hacían moverse o que intentara moverse de diferentes maneras. Lagriman, poco a poco, fue notando que las extremidades se movían un poco más.
A partir de ese momento: A Lagriman le surgió, en su cara un gran gesto, ESGRIMIÓ UNA GRAN SONRISA.
Cosas pensadas, soñadas… se iban cumpliendo y él iba, saliendo hacía delante, con ganas, con fuerza, y con un fortísimo e inmenso apoyo que le empujaba hacía delante.
Paso de ser Lagriman a SER: SONRIMAN

Bajó al gimnasio, con respeto y esgrimiendo una sonrisa en su cara, le pusieron en la camilla que se va inclinando y subiendo de forma vertical, y fue aguantando, (no se mareaba…)
Esto dio lugar a que le sentaran en una silla de ruedas, algo que a él no le gustaba desde hacía mucho tiempo antes.
Una vez sentado en la silla, ayudado por enfermeros/as y otras veces la dama que le acompañaba, fue yendo de un sitio a otro, hasta que pudo desplazarse él solo. Este vehículo, ósea la silla, no se separaba de él en casi ningún momento.
Posteriormente, pasó al standing, otro aparato donde te incorporan 2 monitores hasta quedarte de pie, eso sí con sujeción en cintura y el culete apoyado. Las piernas parecían aguantar, poco pero aguantaban, y no se mareaba. También pasó a recibir electro estimulación, con pequeñas descargas, que estimulaban los músculos.
Estuvo yendo a piscina durante un largo periodo de tiempo, lugar muy agradable, ya que podía caminar con la ayuda de un flotador y una barra lateral en la que se apoyaba... Al pesar menos, era más… “Fácil”. A la vez de hacer nadando algún largo de la piscina, y algún trago de agua también se llevó.
Todo acompañado en el gimnasio, con una ayuda inestimable, de su fisio, que con tarea difícil en un principio, pero muy poco a poco, unieron formas y actitudes.
Se empezaba en la camilla, con pesas y lastres, después la fisio le manipulaba, para desentumecer músculos, articulaciones…
Tiempo más tarde, tras haberse puesto de pie, con la ayuda del standing y luego del fisio, le llevaron a las paralelas. Ese día para Sonriman, fue inolvidable, ¡poder ponerse de pie!, primero con ayuda y posteriormente, el solo sin ayuda, apoyado con sus dos manos y brazos sobre las dos barras que forman las paralelas, ¡sus piernas respondían!.
En un principio fue incorporarse y ponerse de pie, poco a poco, estando parado, distribuir  el peso sobre las dos piernas, primero en las dos y, posteriormente, primero a un lado y luego al otro.
El estudio de su caso, diagnosticaba que, “Dé pie se podría poner, pero caminar no”.
Pasado un tiempo, fortalecidas las piernas, los brazos y demás miembros, logró, con mucha calma, y despacio, empezar a dar algún paso.  OTRO SUEÑO HECHO REALIDAD.
Poder caminar, despacio con ayuda pero CAMINAR.
De ahí, pasado otro tiempo, decidieron que era hora de probar con el andador. Sonriman miedo no le tenía pero respeto sí, y una de las cosas que tenía bien claro era: “no caerse al suelo y poder producirse otra lesión”.
Llegó el momento y con ayuda de unas tobilleras, que iban sujetas al tobillo y a la planta del pie (para ayudar a realizar el juego del tobillo y que no se trabaran los pies, al ir a dar el paso).
En un principio, necesitaba bastante ayuda, para ponerse en pie, poco a poco la ayuda fue disminuyendo, y de dar dos pasos, paso a diez, más tarde a veinte…hasta conseguir dar una vuelta al gimnasio sin sentarse, eso sí, muy, pero que muy, despacio.
Lo que en un principio, parecía muy difícil, casi imposible, lo consiguió.
También, hay que decir, que Lagriman fue ayudado, psicológicamente, de una forma espléndida por el gabinete psicológico. Este hizo maravillas con los pensamientos tan negativos, que en un principio, tenía Lagriman, para cambiar las tornas y llevarlo por un buen camino.
Pasado un largo periodo de tiempo, Sonriman fue dado de alta, de ese GRAN CENTRO HOSPITALARIO.
 QUE PARA ÉL: Es un lugar, donde nadie desea tener que llegar allí, pero, en ciertos momentos, ciertas circunstancias, es el mejor sitio donde te pueden tratar y ayudar.

“UNA INMENSA SONRISA”, DE:     SONRIMAN (M.P.M.).