Relato nº 11 "El despertar de la madre tierra"
Dos gotas de agua cayeron en sus ojos y lentamente los abrió. Se desperezó con calma y se incorporó. El aire llegaba fresco y le traía el olor del bosque que la esperaba fuera del hueco de aquel árbol donde siempre se cobijaba para pasar el invierno. Era hora de levantarse, así que se puso en pie, se arregló la ropa y tiró del verde y mullido manto que le había hecho las veces de cama para echárselo sobre los hombros.
La brisa de la mañana le hizo estremecer. Acarició la corteza de su guarida y se encaminó hacia una charca cercana. Arrodillada en la orilla, se miró en la superficie y la tocó con las yemas de los dedos.
- Buenos días, Agua. - dijo. Y Agua le devolvió un alegre chapoteo a modo de saludo. Cogió un poco entre las manos y se refrescó la cara. Le gustaba Agua, era fresca y cambiante.
Levantó la cabeza al oír los primeros trinos de los pájaros y un rayo de luz que traspasaba las copas de los árboles le dio en el rostro. Sonrió.
- Buenos días, Sol. – dijo. Y la luz parpadeó un instante para responder. Sol también era amigo suyo, a pesar de la distancia. Le fascinaba su calidez.
Paseó por el bosque dejando tras de sí un rastro de flores y jóvenes arbustos allá por donde arrastraba su manto, reverdeciendo el follaje en los troncos donde posaba sus manos. Acarició a los animales que se acercaban en busca de alimento fresco.
Una ráfaga de aire le alborotó el pelo, que llevaba cubierto de flores y pequeñas ramas:
- Por fin amaneces. – susurró en su oído.
- Buenos días, Viento. – susurró ella, divertida.
Estaba claro, porque si Madre Tierra estaba despierta, significaba que la primavera había llegado.
Irene Rodriguez Tomelloso (Ciudad Real), 20 de Abril de 2021
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